mayo 01, 2024

Sesiones de ti: La primera vez de tus palabras (II)

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Alejandro Evaristo

Es imposible evitarlo. Cada encuentro sonríe y los ojos, dice, se iluminan.

No entiendo los procesos neurofisiológicos relacionados con un estado de ensoñación manifestado a través de dilataciones, arritmias y demás, pero sí reconozco las causas.

Nos encontramos en las miradas y aceptamos en complicidad. A veces intenta decir algo para complementar las frases, pero sus labios carnosos apenas se entreabren para intentarlo y es el silencio el que ocupa esos segundos porque las palabras sobran. Su boca es pequeña y quizá por ello resalta en particular la forma de las frases innecesarias alrededor de ese corazón parlante de su rostro.

Mina avanza cada vez con calma y a pie firme, sin prisa y en absoluto disfrute de cada momento. Habla de la tarde, de la tierra, de indescriptibles colores en las auroras boreales por tejer alrededor de esta conjunción y también de todas las tierras y los polvos que nuestros pasos habrán de levantar.

Luego se sienta en alguna banca del parque. Mientras disfruta su helado de queso con zarzamora pregunta una vez más si será factible el traslado en junio y repasa con rapidez el itinerario posible. Le emociona caminar en arena rosa, le ilusiona el amanecer desde la playa y sonríe cuando recuerda los flamingos… siempre sonríe…

***

La plazuela frente a la iglesia está llena de gente. Entre turistas, habitantes y comerciantes, hay una enorme gama de colores, incluso al interior del atrio y frente al enorme portón de madera que desde hace al menos dos siglos da la bienvenida a quien desee ingresar al templo.

Ofrecen artesanías en tela, piedra y metal. También sonrisas y disposición para quienes preguntan qué hacer dónde porque sus tierras y cultura son desconocidas, al igual que la lengua y las palabras entregadas entre otros como ellos.

Las tonalidades del rosa, el rojo, el azul, el amarillo colorean las mañanas de nubosidad permanente en lo alto de la sierra siempre húmeda. Un montón de chiquillos corre alrededor del autobús de las 10 de la mañana y, al ser hoy día de tianguis, los aromas de café recién hecho y tamales rompen con todo e invitan a propios y extraños a saciar los deseos de sus recién renovados sentidos.

Los pasajeros descienden de a poco y se internan en ese laberinto de colores, olores y sonidos, tienen al menos seis horas antes de que el camión vuelva a la capital  y, al ser la única corrida de este día porque el otro autobús se descompuso, deben tener cuidado de no perderse el regreso. 

A ella no le preocupa. Conoce muy bien la comunidad y hay gente ahí y en las rancherías cercanas que sin dudarlo le ofrecerían un espacio para pernoctar con la mayor seguridad. Ese no es el objetivo. Hoy ha vuelto para encontrarle y lo consigue casi de inmediato, cuando uno de los chiquillos se aferra a su pierna tratando de esconderse.

  • Hola, veo que eres la cómplice de mi hijo…

No supo qué decir…

***

Mina crea historias tristes y aventuras bastante curiosas. Las hojas en su cuaderno de notas están llenas de letras y bosquejos de bosques y lunas y sonrisas y rostros de niños ocultos. Su narrativa me resulta bastante atrayente pero se niega a seguir compartiendo porque los labios han empezado a perder humedad y su piel exige total atención.

Entonces dejo de hablar, entonces ocupo mis labios en otros menesteres… está amaneciendo…

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