Almendra es una historia que, más allá de la reflexión sobre las emociones y las relaciones sociales, nos habla de la importancia que tiene la salud mental
Alma R. Bernal Trujillo / @AlmaBer03976513
Almendra es una historia sobre crecer, descubrirse a uno mismo y aceptar que la ayuda no siempre viene por donde la esperamos. Yunjae tiene 16 años, está en la edad de las emociones desbordadas, el amor y la rabia, pero las amígdalas de su cerebro son pequeñas, más pequeñas que una almendra y, como consecuencia, Yunjae es incapaz de sentir nada.
Educado por su madre y su abuela aprende a identificar las emociones de los demás y a fingir estados de ánimo para no destacar en un mundo que pronto lo tachará de extraño. «Si tu interlocutor llora, tú entrecierra los ojos, baja la cabeza y dale una suave palmada en la espalda», le dice su madre. Así construye una aparente normalidad que se hace trizas el día en que un psicópata ataca a ambas mujeres en la calle, desde entonces, Yunjae debe aprender a vivir solo, sin deseo de derramar una lágrima, sin tristeza ni miedo ni felicidad.
Yunjae sufre de alexitimia que es la incapacidad de expresar los sentimientos y emociones: él no percibe el miedo, el amor, la felicidad o la tristeza, por ejemplo. Esta situación hace que tenga problemas en su vida diaria, especialmente en el colegio, pues sus compañeros piensan que es raro e insensible, e incluso le dicen psicópata, razón por la que lo ignoran o lo hacen objeto de sus burlas.
Como medida a lo que ocurre, su mamá y su abuela tratan de enseñarle a identificar las emociones de los demás y fingir estados de ánimo ante diversas situaciones para así poder encajar y ceñirse a lo que socialmente se considera como “normal” y todo empieza a ir mejor, hasta que ambas son víctimas de un delincuente, dejando a Yunjae enfrentando solo a la realidad.
Esta es la premisa de Almendra, novela de la escritora y directora de cine coreana Won-Pyung Sohn, su mayor éxito comercial hasta el momento y ganadora del Premio Changbi de Literatura Juvenil, y primera obra por fuera de la ciencia ficción. Del inglés al español fue traducida por José Manuel Moreno Cidoncha para la edición de Océano Gran Travesía.
Hay algo que destaca especialmente en este libro y es el hecho de que su protagonista no siente nada, pero la narración lleva a quien lo lee a sentirlo todo. La lectura te empuja a la rabia, la tristeza, la esperanza, el cariño y un montón de emociones más que página a página despiertan. Este ejercicio se vuelve muy interesante porque te convierte en el receptor de todo lo que vive el protagonista, de las cosas que a él no lo tocan debido a su padecimiento y que te golpean de primera mano porque se cuenta en primera persona.
Pero a la historia que propone la autora puede dársele una interpretación más amplia pues también a quienes son callados, tímidos o introvertidos se les dice raros y se les excluye. Sin embargo, ellos sí pueden sentir y experimentar lo que deviene de esa violencia.
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También se aborda una realidad preocupante y recurrente: los “estudiantes problema”, esos chicos que se no hacen sus trabajos, que son groseros y no se comportan como se esperaría que lo hicieran. Esos que en la mayoría de los casos no tienen a alguien que se preocupe por ellos y se pregunte qué está llevándolos a comportarse de ese modo, cuál es su situación en el hogar o que problemas puede estar enfrentando en silencio. Esos que necesitan más ayuda que nadie.
Y es poniéndonos en los zapatos de los diferentes personajes cuando la novela brilla a su máximo, porque nos invita a reflexionar sobre las dañinas dinámicas sociales que perpetuamos y la necesidad urgente de apostar por la empatía y la otredad, de medir el impacto de nuestras palabras y acciones, de entender que los demás tienen una realidad distinta a la nuestra.
Almendra es una novela corta e inesperada, tan dura como las problemáticas que trata y tan bella como el esperanzador mensaje que rinde a la amistad. Son 256 páginas de una tierna historia que termina sin darte cuenta, en donde crecemos, aprendemos y nos equivocamos junto con sus protagonistas. Somos individuos, pero también somos parte de algo más grande.
Nunca lo olviden.