mayo 02, 2024

Ajá, bueno ¿y los “narcoapoyos”?

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En días recientes la discusión pública se ha centrado en la filtración de datos por parte de la Presidencia de la República pero no olvidemos lo que dio origen a ese debate: ¿ha habido «narcoapoyos» las campañas presidenciales de 2006, 20212 y 2018? Y más aún ¿lo sigue haciendo?

J. Israel Martínez Macedo / israelmartinez.com.mx

Estamos siendo imbéciles y ni siquiera nos estamos dando cuenta de ello. El fragmento de una canción de Fernando Delgadillo dice: “cuando al imbécil le mostraron la luna, solo pudo ver el dedo del que se la señaló” y eso es justo lo que está pasando en el caso de los señalamientos sobre presunto/posible financiamiento del narcotráfico a las campañas presidenciales y la discusión que se ha generado como “caja china” entre filtraciones de datos personales y ataques a la prensa libre en México que nos está alejando del preocupante fondo de la situación.

En días recientes surgió una información que en cualquier país habría sido más que suficiente para que se generara un escándalo de esos que nos gusta llamar “históricos” pero que aquí, en México, apenas fue tema para que la oposición organizara un hashtag en redes sociales y cayera en la trampa presidencial para desviar el tema y olvidarse de lo que estaba pasando.

Todo comenzó con una revelación del reportero Tim Golden en ProPublica, la información indicaba que el gobierno estadounidense inició una investigación debido a que en 2006 la campaña de Andrés Manuel López habría recibido dinero del narcotráfico para su financiamiento pero que dicha investigación se había desechado posteriormente sin dar más detalles de las razones por las cuales esto había sido así.

Posteriormente, en una entrevista realizada en Latinus con el líder de Los Ardillos, un grupo de la delincuencia organizada del estado de Guerrero, se aseguraba que efectivamente se entregó el apoyo que esto había ocurrido y que el recurso se habría entregado a personas cercanas al entonces candidato presidencial. El tema parecía perder fuerza al darse a conocer que el gobierno estadounidense había desestimado esos informes, pero también bajo el argumento de que no estaba relacionado con hechos recientes.

En ese contexto llegó el New York Times quien a través de su corresponsal que cubre México, Centroamérica y el Caribe; Natalie Kitroeff, envío un cuestionario a la Presidencia de la República solicitando información sobre otro presunto financiamiento del narco en la campaña de 2018 y en el que, además podrían estar involucrados los hijos del mandatario.

La reacción presidencial fue directa: exhibió a la reportera quien, hay que decirlo, no es la autora única del documento sino que está firmado a la par con un periodista especializado en temas de extremismo y violencia política; como sea, el teléfono de Natalie Kitroeff fie exhibido por el Presidente en su conferencia mañanera y con toda la intención de hacerlo, así lo informó el propio López Obrador.

La acción del mandatario y su equipo caló hondo en ese punto débil de los reporteros y periodistas nacionales que inmediatamente se aprestaron a condenar el hecho, condenando el riesgo en el que se puso a la corresponsal del New York Times y criticando que el siempre que se le cuestiona al mandatario este revira con un ataque a la prensa libre a la que abiertamente ha señalado como su enemiga y a la que, ha dicho, seguirá fustigando hasta el último día de su gobierno.

La respuesta no se hizo esperar y cayendo al mismo nivel varios grupos contrarios al presidente publicaron los teléfonos celulares de la candidata de Morena a la Presidencia, Claudia Sheinbaum, del vocero de la Presidencia Jesús Ramírez Cuevas, del hijo del Presidente José Ramón López Beltrán, e incluso, ya entrados en el tema, también se publicó el teléfono de la candidata de la oposición Xóchitl Gálvez. En dos días, las redes sociales se convirtieron en la sección amarilla digital del país.

Claro que los reclamos no se hicieron esperar, el gremio cerró filas y desde los distintos espacios se cuestionó el manejo de los datos personales que hace la Presidencia de la República, más aún cuando semanas antes se supo que los datos de los reporteros que se han registrado al acudir a la conferencia mañanera aparecieron en una base de datos a la venta en Internet, sin que nadie, hasta ahora, haya respondido por estos hechos.

Afectados en su orgullo, los periodistas saltaron para hacer frente a las acciones presidenciales; los propagandistas gubernamentales en traje de periodistas también salieron al quite con cartones, videos, relees en Tic Tok, Instagram, Youtube, publicaciones en sus sitios de propaganda pro-gobierno ayudando a que el centro de la discusión se mantuviera en la filtración de teléfonos y los ataques a los periodistas.

En ese ambiente la Presidencia lo logró. Hizo que el tema central del asunto haya pasado a segundo término y casi que se ha quedado en el olvido. ¿Hubo realmente apoyo económico del narcotráfico a las campañas presidenciales de Andrés Manuel López Obrador para llegar a la Presidencia de la República? Ese es el hecho de fondo que deberíamos estarnos cuestionando todos, seamos de la filiación, ideología o partido que seamos.

Si no es el caso, deben presentarse las evidencias de que los recursos con que, de la noche a la mañana fue posible conformar, organizar y estructurar un partido político lo suficientemente poderosos como para derribar a quienes por muchos años habían mantenido el monopolio en el control de los institutos políticos del país, son lícitos y legales; que no provinieron del narcotráfico y que. por lo tanto no hay ningún vínculo entre el gobierno y la delincuencia organizada en México.

No basta con decir que “por algo Estado Unidos ya no investigó” porque los textos periodísticos son claros al respecto: el gobierno estadounidense abandonó la investigación por intereses de diplomacia y porque le conviene que quien sea que esté en el poder en México siga siendo ese “muro” trumpista que impide que las oleadas centroamericanas ingresen a territorio norteamericano pero ello no significa que los hechos no hayan ocurrido, solo que al vecinos del norte ya no le interesa saber, y ¡claro!, porque los interesados en saber deberíamos ser nosotros.

En otros países, la sola posibilidad de que el narcotráfico se haya infiltrado hasta el más alto nivel de la política sería más que suficiente para que el Legislativo u otras autoridades iniciaran una investigación o creará un a comisión especial para determinar si es verdad o no que estoy ocurrió pero en nuestro país el Poder Legislativo está secuestrado por el Ejecutivo o, mejor dicho, está sometido por voluntad propia el Ejecutivo que hace y deshace con él lo que le viene en gana; y de la Fiscalía mejor ni hablamos.

Lo que ha demostrado en estos días el Presidente y su equipo en Palacio Nacional es que conoce muy bien a los periodistas, sabe perfectamente qué fibras sensibles tocar para que dejemos de poner atención en lo que importa y nos distraigamos rápidamente en temas que sentimos más cercanos como los ataques a la libertad de expresión o la violación al derechos a la privacidad de nuestros datos olvidándonos de que, hasta que no se demuestre lo contrario, existe la posibilidad de que este e incluso otros antes que el actual, hayan sido narcogobiernos ante lo cual ya nada más queda por hacer en este país.

El hecho de fondo es el mismo, la pregunta sigue abierta y no ha sido respondida: ¿el narcotráfico financió la o las campañas presidenciales de Andrés Manuel López Obrador en 2006, 2012 y 2018? Más aún, ¿el narcotráfico ha financiado de alguna manera otras campañas presidenciales (léase Felipe Calderón, Enrique Peña o cualquier otro aspirante)? Inclusive, ¿ha financiado o financia actualmente alguna campaña a diputados, senadores, gubernaturas o presidentes municipales?

De verdad, el tema no es menor y aunque el asunto del derecho a la privacidad y el respeto a la libertad de expresión también es importante no debemos perder de vista que en el tema de fondo, el que aún no ha sido resuelto y del que nos estamos desviando es si el gobierno ya fue corrompido por el narcotráfico. No perdamos de vista la luna una vez que las investigaciones de ProPublica y el New York Times ya nos la han señalado; hay que vencer la tentación de seguir viendo el dedo y enfocar la vista ahí donde debe permanecer.

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