noviembre 24, 2024

Sesiones de ti… A veces somos un poco ansiosos…

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Alejandro Evaristo

Desde hace tiempo he pensado en cambiar la disposición de los pensamientos. No hay alguna razón particular, solo se trata de un experimento de esos cuyo planteamiento inicia con una frase reconocida: “¿qué pasaría si…?”.

Me he detenido por el alboroto a surgir si lo llevo a la práctica. Algunas neuronas no estarán nada felices ante la poco envidiable tarea de replantear todo el esquema asimilado durante décadas para organizar un archivo más o menos lógico de los hechos, los sucesos, los lugares, las personas, las palabras… los sentimientos.

En teoría, la pretensión es ubicarles en sitios contrastantes para analizar los resultados.

Algo interesante habrá de surgir, sin duda alguna. Incluso la toma de decisiones se verá afectada por esta reagrupación lógico-tempo-espacial y, quién sabe, al final resultaría curioso saber cómo enfrentaré a los despreciables cobra impuestos cuando llamen a la puerta, dónde guardaré ahora los restos de frutos y las plantas, cuáles serán las palabras adecuadas para acercarme a ti…  

***

Todos los días caminamos por la orilla de la carretera mientras nos damos oportunidad de analizar y replantear los hechos inmediatos y tratar de entender, lo cual no es nada sencillo. Regularmente no llegamos a algún acuerdo o determinación porque a veces hablan al mismo tiempo y con ello imposibilitan: no solo debemos vigilar el avance de una incontable cantidad de vehículos con motor así como el depositorio final de cada paso (ambas acciones con el fin de prevenir un accidente), también hay urgencia de calmarles con palabras bonitas para evitar molestias, enojos y recriminaciones.

Por lo regular, en esas andanzas tropezamos con atardeceres de ensueño, de esos que pintan los cielos con los colores del fuego y avivan de alguna forma los vientos y las frases. A veces hay suficientes nubes para enmarcarles y en otras la lluvia impide visualizar en todo su esplendor las formas y todas las creaturas escondidas entre ellas, pero les escuchamos, porque hablan a través de los truenos y se asoman de repente tras los rayos, en la lejanía.

Hoy por ejemplo no llueve. Nos gustaría poder describir las charlas entre las aves pero la lejanía y los altos decibeles en la ruta impiden escucharles con claridad. Al menos les vemos volar y atravesar los cables de luz y posarse en el enorme letrero de la concesionaria automotriz o la cúpula de la capilla al fondo, lo malo es cuando las corren porque todos sabemos qué pasa cuando decenas de palomas deciden hacer nido o reunirse siempre en un sitio particular.

Uno de los puntos de mayor riesgo en nuestro cotidiano andar lo constituye el enorme distribuidor vial. No hay semáforo o al menos un policía, tope, reductor de velocidad o poster de alguna modelo en lencería para que los transportistas tengan a bien darnos el paso, mientras tanto debemos tener paciencia y confiar en la buena voluntad de algún(a) conductor(a).

Mientras esperamos este milagro, recuerdo haber leído esta mañana sobre una artista que observó a través de un microscopio las cenizas de su padre y encontró un diminuto universo atrapado ahí, en los restos de vida, y por eso llegaba a la conclusión: somos polvo de estrellas. ¿Será? Tengo dudas, lo único cierto para mí son tus ojos como únicos habitantes de mi firmamento…

***

Atardece. Caminamos por el puente peatonal y allá, dónde empieza la gran vía, hay cuatro carriles para alimentar al sol antes de morir y cuatro más que usa para vomitar tanta porquería mundana: fierros en movimiento, toneladas de contaminantes e incontables y aturdidores sonidos no pueden representar un consumo sano o, al menos, agradable.

Nosotros estamos entusiasmados en este regreso a casa. Todos los que soy podremos, por fin, recuperarnos en tus brazos…

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