abril 29, 2024

Historias en el Metro: Derecho de admisión

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Ricardo Burgos Orozco

Hace unos días me subí al Metro en Tacubaya de la Línea 9 que va hacia Pantitlán. Una mujer joven de baja estatura estaba delante de mí y cuando llegó el vagón, como debe ser, dejamos que primero saliera la gente. En eso sonó el timbre de la puerta como suele pasar segundos antes de cerrar; apresuré a la chica a que entrara, pero se volteó enojada y me replicó: pero no me empuje. Le contesté de inmediato que nunca la había ni siquiera tocado y se quedó tranquila, pero le pregunté la razón por la cual no viajaba en el área reservada para ellas y me dijo: ni pensarlo, ahí sí empujan y hay mujeres muy agresivas.
Me quedé con esa interrogante porque he observado que más mujeres viajan en los espacios generales; prefieren subirse aquí que en las áreas reservadas para las damas y menores de 12 años de edad. Además, he notado que incluso en horas pico, cuando los vagones van atiborrados de pasajeros, los vagones para mujeres se ven poco llenos en muchas ocasiones.
En una ocasión, me dijo una señora en la Línea 12, parada a mi lado en las puertas del lado contrario a la salida, que ella veía muy seguido peleas y discusiones entre mujeres en los vagones especiales y por eso prefería subirse a los vagones generales. “No, señor, ni se imagina los agarrones entre señoras; por eso el dicho de juntas ni difuntas”, me platicó riendo.

Me parece bien que haya vagones especiales para mujeres en el Metro, pero siempre que voy en el tren junto a una dama de cualquier edad, prefiero no acercarme para evitar malos entendidos como me sucedió con la chica que decía que la había empujado. También es bueno darles el asiento o proporcionarles el espacio suficiente para que viajen con mayor comodidad.
El lunes pasado en la Línea 7 de Barranca del Muerto a El Rosario, precisamente en Mixcoac, se subió una mujer embarazada en el vagón general y su acompañante, una dama más joven, le dijo a un señor mayor que iba sentado “por favor, deje sentar a la señora porque estos lugares son para ellas”. Estuve a punto de decirle que también el espacio era para adultos mayores, pero preferí no meterme en problemas. Lo peor es que a un lado iba sentado un joven que ni siquiera hizo el intento de levantarse.
Una mujer policía me comentó que todavía hay hombres que insisten en querer tomar los vagones especiales para mujeres; unos dicen que van con su esposa y no se quieren separar y otros porque afirman que los ancianos también tienen derecho a ocupar esos lugares. Los vigilantes les recuerdan a los necios que el Artículo 230 de la Ley de Movilidad de la Ciudad de México prohíbe viajar en zonas exclusivas de las señoras, menores de 12 años y personas con discapacidad. Si se ponen necios la multa va desde los dos mil hasta más de tres mil pesos o 12 horas de trabajo comunitario.
Sigo pensando en aquel gran presidente, Benito Juárez, y cuánta razón tenía cuando afirmaba que el respeto al derecho ajeno es la paz. Y eso en cualquier aspecto de la vida, no sólo en el Metro.

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