mayo 17, 2024

Sesiones de ti: Una mañana para recordar

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Alejandro Evaristo

Dice que ya no le duele y para probarlo presiona la cicatriz con el dedo índice.

Para el tipo de accidente enfrentado realmente le fue bien: solo le colocaron un trozo de platino para asegurar el hueso y lo demás fue responsabilidad del tiempo. En la piel alrededor son evidentes los rastros de las “puntadas” y la cirugía de hace 20 años, cuando a sus 17 salió literalmente volando de la motocicleta para aterrizar bajo las llantas de un autobús del transporte público que, por fortuna, estaba en proceso de detenerse. El casco fue fundamental entonces porque le protegió del golpe en el chasis del pesado automotor. Vamos, le dolió la cabeza durante varios días, pero la artificial defensa le compró un poco más de tiempo, suficiente para platicar lo sucedido hoy.

Lo sabe. La suerte decidió quedarse con ella esa tarde y ahora, mientras rememora, el semblante entristece un poco. La persona responsable del manubrio recibió todo el peso en la caída y por el golpe ambas piernas resultaron fracturadas, amén de una severa hemorragia interna que, por fortuna, logró controlarse en instalaciones hospitalarias. Él la pretendía en aquellos ayeres y ella estaba dispuesta a aceptarle pero, después del accidente, su familia se mudó a una ciudad más cercana a los especialistas.

Poco a poco perdieron contacto…

***

Ha regresado luego de recoger a las dos pequeñas en sus respectivas escuelas. La menor está cerca, en el kínder de la colonia, a unas seis o siete cuadras de casa; el traslado de su hermana sí es un poco más tardado porque está en una primaria allá, muy cerca del domicilio de la abuela.

El día estuvo bien para ambas niñas y no quieren hablar de ello porque en este momento la prioridad es atacar al hambre y, para ser más específico, comer una rebanada del pastel guardado en el refrigerador. Mamá hizo algo riquísimo para festejar a papá su domingo de cumpleaños y los cuatro disfrutaron horrores esa tarde de cine y palomitas.

Las niñas se han sentado en el sillón con su respectivo plato y lo disfrutan horrores mientras ven su programa favorito en el televisor. Comen con prisa porque hay que llegar al postre y ella sabe que hizo bien hoy al preparar verduras, pues las engullirán sin apenas percatarse de lo que son con tal de llegar a la última etapa.

Sonríe y se felicita, pero luego se distrae ante el sonido del timbre y los tímidos golpes a la puerta. Abandona la sala y atraviesa el patio para descubrir a un desconocido al otro lado quien, luego de corroborar la dirección del inmueble y la identidad del destinatario, le entrega un sobre.

Ella vuelve. Sirve las verduras con una pieza de pollo a las chiquillas y se sienta en el comedor. Dentro del sobre hay una carta y una imagen de su grupo de amigos en la preparatoria. No puede evitar las lágrimas al leer…

***

Le sobresaltaron el sonido del motor, los terribles gritos del hombre y hasta el riel mental de imágenes mientras se deslizaba sobre el pavimento. Luego se desmayó y recuperó el sentido horas después, en una cama de hospital con medio cuerpo enyesado y sus padres en el sillón esperando que reaccionara.

Le recordaron qué había pasado, le hablaron de cómo les enteraron del accidente y lloraron al hablar del casco cuando lo vieron con una tremenda grieta por la mitad y la mica frontal despedazada.

  • Todo eso pasó entonces, dijo mientras se vestía.

El hombre permaneció acostado y le observaba recuperar la blusa y la falda y los zapatos. Luego, desde la comodidad del pasado, respondió: “nunca dejé de pensar en ti…”.

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