mayo 17, 2024

Sesiones de ti: Tus quejas enloquecen…

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Alejandro Evaristo

Alguien apareció para preguntar si había alguna posibilidad de actuar, pero la puerta está cerrada: nadie puede entrar y no quiere salir. La respuesta es evidente.

Desde el exterior, la voz intenta persuadirle y en respuesta halla un silencio de esos abrumadores. A nadie preocupa lo sucedido, excepto al gato recostado al frente sobre el gastado tapete de bienvenida porque no hay nada más reconfortante que un pedazo de algo para evadir la realidad. El animal sabe que hoy no habrá alimento, al menos no a esta hora, tendrá que esperar la llegada de la noche para recordarle sus vecinales y divinas obligaciones.

Dentro hay una mesa de madera, una botella vacía y un vaso lleno de restos de alcohol de caña junto a un cenicero repleto de respuestas falsas y una serie de futuros asquerosos, ennegrecidos, hediondos.

Al frente del inmueble hay una plancha de cemento agrietada, una reja de óxidos presentes y también el constante goteo de una llave sin abrir. Por eso el jardinero pasa de largo: no hay nada por cuidar en ese domicilio, no hay setos, ni flores, ni árboles, ni ganas de hacer algo, el esfuerzo, simplemente, no valdría la pena. Se detuvo un poco más adelante para limpiar el sudor con el pañuelo rojo que luego vuelve al bolsillo trasero, el del agujero sin disposición a resguardar absolutamente nada que no sea ese viejo pedazo de tela.

El felino le observa al tiempo que relame sus patas y una sonrisa aparece en el cobrizo rostro del hombre quien, al recordar, regresa sobre sus pasos para buscar el pequeño contenedor plástico y verificar si hay agua en él.

  • ¿En qué estarás pensando amiguito?

El amarillo de unos se clava en el opaco de los otros… los ojos no mienten… 

***

Regresó alrededor de las dos de la mañana cargando su infaltable mochila a la espalda y con el cuello del abrigo levantado para protegerle del frío nocturno. Las calles, las casas, las sombras, nada al parecer estaba despierto.

El sonido de los tacones en el pavimento no era suficiente para llamar la atención de nadie, quizá por eso le sobresaltó la frase, “¿vas a beber otra vez?, ya párale”. No hizo caso, se limitó a maldecir por lo bajo acelerando el caminar.

Giró la llave, abrió la puerta y entró. Colocó el seguro y recorrió la ventana no sin antes asegurarse de que la malla estuviera firme y el acceso al patio obstaculizado. De la mochila extrajo una cajetilla de cigarros y una botella. Sacó un vaso de la alacena y hielos del congelador, luego sirvió una buena cantidad y bebió a fondo. Repitió la operación después una, dos, tres veces…

Escuchó reclamos y consejos, hasta sonrió cuando le habló de la posibilidad de regalar un nuevo overol al señor que cuida las plantas de los vecinos porque nadie con tanta disposición a cuidar de la naturaleza debería tener hoyos en su ropa.

  • “¿Ahora resulta que tienes buenas intenciones? ¡No me chingues!”.

Volvió a fumar y a beber. Trató de recordar lo hecho durante la jornada, pero la sugerencia le daba vueltas en la cabeza: “Quién sabe -reflexionaba más tarde-, igual y tiene razón, el don es un buen tipo”.

Encendió otro cigarro antes de quedarse dormido sobre la mesa…

***

Llegó la tarde y salió a toda prisa hacia la tienda. El dependiente le esperaba con la pequeña bolsa de sobras de pollo, una sopa instantánea y un paquete de galletas saladas. Dejó los 35 pesos sobre el mostrador y pidió el mismo menú para el día siguiente.

  • Debería cambiar de hábitos alimenticios, no es sano comer tanta porquería todo el tiempo, le dijo.

No respondió. Volvió a casa.

El gato le vio entrar desde lo alto de las ramas y descendió con toda agilidad para esperar otra vez al frente, otra vez en el tapete de bienvenida.

Luego de comer y prepararse tomó su eterna mochila y salió al tianguis. Mientras caminaba entre los puestos de ropa usada se dijo que era la última vez y trató de convencerse de lo ridículo de la situación. En lugar de aprovechar su día de descanso estaba buscando un overol para un viejo jardinero que se dedicaba a dar agua a un animal que ya le tenía fastidiado con sus recomendaciones. Lo peor de todo eran sus quejas sobre comer pollo todos los días…

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