noviembre 07, 2024

Educando la educación: Los cuidadores, en el desafío del compromiso y del desgaste

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Orlando Linares López

El envejecimiento, el padecimiento de enfermedades graves o alguna discapacidad, conlleva a situaciones como pérdida de funcionalidad y/o autonomía, lo cual obliga buscar ayuda de otras personas para satisfacer las necesidades básicas.

En estas condiciones, la tarea del cuidador comprende actividades esenciales para la salud o la vida, como alimentación, abrigo, limpieza y acompañamiento con el propósito de generar bienestar.

Un cuidador es la persona que presta ayuda a quien lo necesita, ya sea por motivos de salud, discapacidad o para atender a adultos mayores.

El núcleo familiar es el primer responsable de proveer cuidado y es también el principal soporte material, económico, moral y emocional, es decir, ahí se asume la responsabilidad total de la persona que requiere asistencia en las actividades que no puede llevar a cabo; aunque en muchos casos dicha tarea es para una sola persona.

En 2020, en México había alrededor de 43 millones de personas que requerían de algún tipo de servicio de cuidado; de esa cifra, 33 millones eran menores de 15 años y 10 millones mayores de 65 años, según el documento “Trabajo de cuidado no remunerado y propuestas legislativas sobre el derecho al cuidado digno”, realizado en el Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República.

Otros datos estadísticos, indican que el 70% de las personas mayores presentan una dependencia leve y el 30% restante, son dependientes en condición grave, de estos últimos la mayoría (79%) cuenta con alguien que lo cuida y el 21% vive sin cuidadores.

De acuerdo a la Encuesta Nacional sobre Usos de Tiempo (ENUT) 2019, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 25 millones (68.4%) de los 36.6 millones de hogares que hay en el país, proporcionan algún tipo de cuidado directo a los integrantes de la familia, ya sea por edad, enfermedad o discapacidad temporal o permanente.

En esa realidad, la necesidad obliga a proveer cuidados, aunque pocas veces se tenga el conocimiento de qué es y qué conlleva ser una persona cuidadora y, con o sin conciencia, se deposita en ella el compromiso de preservar la vida de otro, a pesar de carecer de preparación para brindar atenciones específicas y, muchas veces, especializadas.

Ante un mercado potencial que requiere atención, diversas instituciones educativas impulsan la formación de cuidadores formales, es decir, a profesionales y técnicos

(geriatría, enfermería, rehabilitación, etc.) capacitados sobre los cuidados que necesitan las personas mayores, enfermas o discapacitadas, a quienes ayudan por remuneración, con límites de horarios y, a veces, con algún vínculo afectivo.

Los mayores desafíos los enfrentan quienes, desde el punto de vista académico, se consideran como cuidadores informales, es decir, aquellas personas que no recibieron capacitación alguna en cuidados; no son remunerados por su tarea; tienen un elevado grado de compromiso por razones afectivas y brindan atención sin límites de horarios.

Todo ello les produce un desgaste físico y emocional. Se ha cuantificado que, por estrés, los cuidadores tienen un riesgo de mortalidad 63% mayor. Además, muestran síntomas depresivos hasta de 40%, mala salud y una sensación de cansancio físico por encima de los niveles promedio. El cuidador está expuesto a dificultades económicas y su trabajo lo hace vulnerable al aislamiento y a la exclusión social.

Al respecto, la Organización Mundial de la Salud, ha recomendado implementar políticas públicas para mejorar la capacitación y ampliar el apoyo a los cuidadores. También resalta la importancia de brindar servicios de respiro a los cuidadores a fin de cuidar de su propia salud.

En el mismo sentido, los especialistas recomiendan a los cuidadores:  aceptar ayuda de otras personas a fin de aminorar cargas; concentrarse en lo que pueda proporcionar haciendo lo mejor posible; establecer objetivos realistas, priorizar para no caer en desgastes; mantenerse en contacto con el entorno; unirse a grupos de apoyo y, sobre todo, fijarse metas de salud personales.  El cuidado de una persona -más si es un ser querido- pone a prueba incluso a las personas más resilientes. Por ello, no sólo es justo realzar la importancia de los cuidadores, sino que es fundamental contribuir a cuidarlos.

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