octubre 15, 2025

México pisa el acelerador en la carrera por la movilidad verde

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Por: Julio de Jesús Ramos García

Lo que hace apenas una década parecía una apuesta lejana hoy se ha convertido en una oportunidad histórica: el país es ya uno de los principales proveedores de autos híbridos y eléctricos para Estados Unidos.

Según cifras recientes de la industria, en 2024 se exportaron más de 145 mil unidades con destino al mercado estadounidense. Y el dato no es menor: detrás de cada vehículo hay empleos, innovación y una cadena de valor que está reconfigurando el mapa económico del país.

La proveeduría de autos híbridos no solo representa un salto tecnológico. Es también una inyección directa a la economía nacional. La industria automotriz mexicana aporta alrededor del 4% del PIB y genera más de un millón de empleos directos, pero ahora lo hace con un valor agregado mayor.

Ensamblar un híbrido implica integrar sistemas eléctricos, baterías, software y componentes de precisión que antes no se fabricaban en México. Eso significa más especialización, mejores salarios y una cadena de proveedores más sofisticada.

La ventaja geográfica sigue siendo la joya de la corona. La cercanía con Estados Unidos y las reglas del T-MEC impulsan a las armadoras a instalar sus plantas en México para cumplir con los requisitos de contenido regional. Estados como Guanajuato, Coahuila y Nuevo León viven una nueva ola de inversiones que no solo revitaliza los parques industriales, sino que también despierta la esperanza de un desarrollo más sostenible y competitivo.

Pero el camino mis amigas y amigos, no es tan limpio como los autos que producimos; Washington ha amenazado con aranceles de hasta 25% para los vehículos que no cumplan con niveles altos de integración norteamericana. El mensaje es claro: o México aumenta su contenido local o pagará el costo del proteccionismo. Además, la dependencia de insumos críticos como el litio y los semiconductores añade una capa de vulnerabilidad que podría frenar el impulso del sector si no se actúa con visión estratégica.

Al respecto apreciables lectores, el impacto ya se siente en la balanza comercial y en los flujos de inversión extranjera. Sin embargo, el desafío es que los beneficios no se queden solo en el norte y el Bajío. Si la electromovilidad se concentra en los mismos polos industriales de siempre, el país corre el riesgo de repetir viejos desequilibrios regionales.

La oportunidad es enorme, pero también lo es la responsabilidad. México necesita políticas industriales claras, formación técnica especializada y una estrategia energética coherente. No se trata solo de exportar autos más limpios, sino de construir una economía más inteligente y sustentable.

El futuro del automóvil ya está aquí, y lleva sello mexicano, la pregunta es si el país sabrá mantener la velocidad o se quedará mirando por el retrovisor.

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