
Por Luis Sunderland Méndez
X@LouSunderland

4 de julio de 2025

Lo que nos pasa en el aquí y en el ahora, “en tiempo real”, es que vivimos el día siempre centrando la atención en nuestros intereses personales, familiares, laborales, económicos y sociales. Eso nos impide focalizar lo que sucede fuera de nuestro ámbito diario, pero que también nos afecta.
En paralelo, la carga diaria de acontecimientos en el mundo es enorme, y los celulares nos permiten saberlo todo prácticamente al instante, pero aunado a la problemática personal, hace que la gente no dimensione lo que pasa en el mundo ni en el país, porque está muy ocupada en ver su propia vida, en solucionarla, en ver cómo le va a hacer para salir adelante; lo de afuera ni le importa ni lo entiende, lo ve ajeno.
En la cotidianeidad es una buena costumbre -para no sobrecargarse con las preocupaciones que nos acosan-, vivir en el aquí y en el ahora, eso nos permite convivir con nuestros seres queridos con más armonía.
Pero como decía Mario Moreno, “ahí está el detalle”, los sucesos políticos, económicos y sociales se dejan de lado, no valoramos debidamente lo que pasa en nuestro entorno nacional y nos volteamos para otro lado. El precio de tal práctica lo terminaremos pagando nosotros y dos o tres generaciones de nuestros descendientes, aunque ellos no tendrán la culpa de nuestra indolencia.
El proceso electoral 2024 dejó a México completamente desconfigurado, y a merced de fuerzas internas y externas, en peligro constante de un colapso social, que anteriormente no teníamos. Antes de Morena, padecimos una manipulación por parte del gobierno, con una corrupción en todos los ámbitos de la vida nacional, pero la gran diferencia es que a partir de 1988, aquellos sí sabían gobernar, construyeron las instituciones del país y había contrapesos para que la sociedad se defendiera del propio gobierno.
Los que están ahora, llegaron no solo a destruir el sistema que regía la vida nacional, sino la paz, tranquilidad, armonía y seguridad de los mexicanos. Millones no lo vieron venir, fuimos realmente pocos los que desde un principio supimos que la llegada del mesías macuspano representaba la entrada de un tsunami que acabaría en donde nos encontramos ahora.
La farsa de la oposición en esos comicios fue de vergüenza, nos engañaron a muchos que pensamos que con Xóchitl Gálvez teníamos oportunidad de que no llegara Morena, pero fuimos muy ingenuos. La candidata, los partidos políticos opositores, el sector empresarial y los medios de comunicación nos mostraron una escenografía muy alejada de la realidad.
La gente nunca ha sido dueña de su destino, para los creyentes vivimos en manos del Creador, pero ahora tendremos que aprender a vivir con mucho cuidado, porque el programa Big Brother será total, el gobierno sabrá en tiempo real dónde estamos, con quién, de qué hablamos, qué compramos, qué vendemos, de qué enfermamos y qué comemos; si viajamos, cuánto nos gastamos aquí y en el exterior.
Estaremos controlados por un muy reducido grupo de gente, que si les da la gana podrá ordenar que la Guardia Nacional entre a las casas y detenernos por cualquier supuesto en el que se nos quiera involucrar. Eso es lo que han votado en esta semana en el Congreso y eso es lo que nosotros, como sociedad, hemos permitido con nuestro desinterés, apatía e irresponsabilidad. Estamos en manos de un gobierno ineficaz e ineficiente que ni siquiera se detiene a simular las tropelías que comete con total desvergüenza e impunidad.
Sin embargo, mantengamos la esperanza de que la ciudadanía construirá una oposición real, algunos están ya trabajando en eso con toda seriedad, debemos estar pendientes de sus mensajes. La indiferencia disfrazada de tolerancia es más destructiva que la agresión directa.