Recrudece redadas migratorias: una doble señal de desdén hacia México
Por Daniel Lee Vargas
En un movimiento que no deja lugar a equívocos, Donald Trump abandonó abruptamente la cumbre del G7, enviando un mensaje claro: Estados Unidos, bajo su mirada, no está interesado en la cooperación multilateral ni en las reglas del juego internacional. Pero el desdén no fue solo hacia el foro global: también fue un mensaje directo y cargado de simbolismo hacia Claudia Sheinbaum, presidenta de México.
Trump, no solo ignoró la posibilidad de establecer puentes diplomáticos con Sheinbaum , sino que simultáneamente reactivó una ofensiva interna con un impacto directo sobre millones de mexicanos: las redadas migratorias en sectores esenciales de la economía estadounidense.
Pese a reconocer que agricultores, hoteleros y restauranteros «están perdiendo trabajadores valiosos», su administración revirtió discretamente una instrucción que pausaba los operativos del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en estos rubros. El mensaje fue claro: ni la estabilidad económica interna ni las relaciones con el sur importan si se trata de seguir alimentando una narrativa de mano dura.
Mientras Trump se retira del G7 —donde se esperaban acuerdos en materia de movilidad humana, cooperación fronteriza y comercio responsable—, en su país la maquinaria migratoria se acelera sin freno. ICE ha instruido a sus agentes a continuar con los arrestos masivos, incluso en contra de las señales contradictorias emitidas por el propio presidente días antes. Las metas internas imponen cifras alarmantes: hasta 3,000 detenciones diarias, en sectores que dependen críticamente de la fuerza laboral migrante, predominantemente mexicana y centroamericana.
Este viraje, atribuido por múltiples fuentes al ultraideólogo Stephen Miller, arquitecto de las políticas migratorias más restrictivas del trumpismo, deja ver que no hay espacio para la moderación. Las decisiones parecen responder más a intereses ideológicos y electorales que a las necesidades del mercado laboral o a consideraciones de derechos humanos.
México, mientras tanto, observa con atención. El momento elegido para intensificar las redadas no es casual: coincide con la transición presidencial en nuestro país, y se percibe como un intento de imponer condiciones asimétricas desde el inicio. La diplomacia de Trump nunca fue sutil, pero hoy, más que nunca, apela al desprecio como estrategia de poder.
La pregunta es: ¿responderá México con firmeza y dignidad ante estas provocaciones? Sheinbaum no puede permitirse un silencio diplomático. El reto es inmenso: proteger a los trabajadores mexicanos en EU, resistir las presiones migratorias unilaterales y reafirmar el papel soberano de México en el escenario global.
Mientras tanto, en los campos, cocinas y hoteles de Estados Unidos, la persecución continúa. Y con ella, se erosiona no solo la dignidad de los migrantes, sino también la viabilidad de una economía que los necesita, aunque políticamente los niegue. A propósito, si alguien ve a la ausente Tatiana Clouthier, directora del Instituto de los Mexicanos en el Exterior de México, díganle que nuestros paisanos la están pasando muy mal…
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