
Por Carlos Mota Galván
“Cuando mezclas ignorancia y soberbia obtienes una dosis de mediocridad”
Salomón
Dicen que para tener éxito en la vida uno tiene que saber elegir sus peleas, la contienda siempre debe evitarse, pero si esto ya no es posible, siempre será preferible optar por una batalla antes que por una guerra, la primera representa un enfrentamiento específico y limitado en tiempo y espacio en tanto que una guerra es un conflicto de mayor duración y alcance. Pues bien, pareciera que este consejo no aplica para quienes detentan el poder en nuestro país, pues ni optan por la prudencia, escogen mal a sus adversarios y escalan los conflictos innecesariamente.
Llevamos una semana de presenciar como después de publicado en la revista “Letras Libres” un artículo del expresidente Ernesto Zedillo, la soberbia ha nublado el sentir de nuestras autoridades; el ensayo al igual que los escritos en otros muchos medios y donde con argumentos semejantes, otros articulistas, concluyen también que la democracia en nuestro país ha muerto tras la aprobación de la reforma al poder Judicial, contundentes todos, pero sin duda en este caso, el tema alcanza un nivel mayor cuando el que lo dice fue el artífice de la reforma judicial en el Poder Judicial de la Federación, el que creó el Consejo de la Judicatura Federal y consolidó el papel de la Corte de Justicia de la Nación como tribunal constitucional, en una palabra quien le respetó su autonomía contribuyendo para alcanzar una sociedad democrática.
Tales consideraciones fueron erróneamente ponderadas y la respuesta fue la acostumbrada: el ataque frontal, la descalificación y finalmente la amenaza directa contra quien las profirió, de paso, pensaron, desviarían la atención de un tema álgido, la iniciativa de ley de telecomunicaciones que en su redacción original permite a las autoridades “competentes” solicitar el bloqueo de plataformas digitales a todo aquel que publique en contra de lo acordado por este gobierno. Si bien en este tema consiguieron un impasse, este no se acaba, toda vez que incluso la ONU a través de su oficina de su alto comisionado para los derechos humanos ha pedido al senado en México consulten y consideren estándares internacionales de libertad de expresión, antes de aprobar semejante “mordaza”.
Pero volviendo al tema central, el expresidente mexicano no se ha inmutado y ha hecho crecer la polémica en su contra con argumentos sólidos de contraataque, a tal grado que es él ahora quien marca la agenda de gobierno y no sus pretendidos detractores, pese al inmenso aparato que han desplegado intentando desacreditarlo. En una palabra: se equivocaron de distractor y de personaje, hoy más que nunca su efectividad para gobernar esta más que en entredicho y solo atinan a hablar de la popularidad que los respalda (81%) dicen, sin aportar elemento alguno que lo sustente.
Si este porcentaje va de la mano con el que asegura que el rechazo de los mexicanos contra los dichos de Zedillo alcanza el 60 %, o del porcentaje que nos dijeron estaban a favor de la reforma judicial y que lo mostrarían en las urnas (68 y 75 por cientos de los encuestados) y ahora la propia presidenta Sheinbaum admite que solo será un 5 por ciento del padrón quienes sufraguen, pero que ello es un “éxito”, la verdad es que entendemos que lo que vivimos en México es solo una mascarada.
Los tiempos por venir se tornan cada vez más difíciles, Zedillo decidió dejar el silencio a un lado, con argumentos puntuales y cuestionamientos certeros dejó en claro que la cuarta transformación no castiga necesariamente el delito sino la voz que disiente, la que pide y exige claridad, aquella que osó pensar que la democracia es el único camino por el que vale la pena transitar.