
- Pareciera que en la lucha por la igualdad de género, se brincan este importante eslabón generacional
- La igualdad también debe pintar canas
Por Daniel Lee Vargas

Ciudad de México, 22 abril 2025.- Cuando hablamos de igualdad de género, los discursos suelen llenarse de compromisos loables y promesas rimbombantes: empoderar a las niñas, proteger a las mujeres jóvenes, cerrar brechas históricas. Pero hay una pregunta que muy pocos se atreven a formular: ¿qué pasa con las mujeres después de los 50?
En un mundo que envejece, ignorar a las mujeres mayores no es solo un acto de injusticia; es una torpeza política, un error de diseño social y, sobre todo, una traición a los ideales que decimos defender. Hoy, más de una cuarta parte de las mujeres en el planeta ya superan los 50 años. Para el 2050, serán más de un tercio. Sin embargo, cuando llega la hora de repartir recursos, definir políticas o diseñar programas de igualdad, ellas desaparecen del radar.
¿Dónde están las mujeres mayores en los informes, las campañas, los presupuestos? En ninguna parte. Solo el 0.1% de la ayuda destinada a la igualdad de género menciona siquiera a esta población. Un dato que no solo duele, sino que grita la urgencia de un cambio.

Las mujeres mayores enfrentan una tormenta perfecta de desafíos: pobreza estructural, abandono sanitario, violencia invisible, discriminación persistente y exclusión sistemática. No importa cuántos años hayan trabajado, cuántas familias hayan sacado adelante, cuántos saberes acumulen. El sistema les da la espalda.
El mito de que la violencia de género tiene fecha de caducidad es otra farsa cómoda. Las mujeres mayores siguen siendo víctimas de abuso físico, psicológico, económico. Pero los mecanismos de atención no las ven, las leyes no las nombran, las estadísticas no las recogen. El silencio es tan violento como el golpe.
A muchas se les negó durante toda la vida el acceso a un trabajo digno y a pensiones justas. Aun así, siguen sosteniendo economías desde lo informal, lo invisible, lo no remunerado. Y cuando se trata de sentarse en las mesas donde se toman decisiones, ni su experiencia ni su sabiduría parecen contar.
¿Hasta cuándo?
Treinta años después de la Declaración de Pekín, que reconoció explícitamente la situación de las mujeres mayores, el avance ha sido tímido, casi simbólico. El discurso se quedó joven y la política pública también.
Es momento de actualizar nuestra idea de igualdad. De incluir a todas las mujeres, no solo a las que encajan en el estereotipo mediático del empoderamiento joven y vibrante. La igualdad de género no se detiene a los 50. No es selectiva. No puede seguir siendo excluyente.
Porque una sociedad que invisibiliza a sus mujeres mayores no es solo una sociedad injusta. Es una sociedad miope, que renuncia a la memoria, a la experiencia y a la humanidad plena.
Ya es hora de mirar hacia arriba en la pirámide etaria.
Ya es hora de que la igualdad también tenga canas.