Carlos Mota Galván
“Cuando todos piensan igual, es que ninguno está pensando”
Hace tiempo un destacado político del estado de México me compartía que cierta vez hicieron una encuesta para conocer la opinión ciudadana respecto a sus diputados y los resultados les enfrentaron con una respuesta difícil de asimilar, toda vez que estos solo pudieron superar y por escaso margen, a los policías en la confianza ciudadana. Esta confidencia, que seguramente nunca compartirán públicamente, es una verdad que cada día cobra mayor dimensión y para quien lo dude, basta con ver la gran carpa en que han convertido estos políticos de profesión, al senado de la República.
Muchos de estos personajes arguyen siempre cuidar con dedicación la investidura que representan, sin embargo, en los hechos han convertido a esta institución en un mercado donde además de improductivos (la legislatura anterior del Congreso de la Unión, solo pudo aprobar el 5 por ciento de sus iniciativas; 606 de las 10,879 presentadas en ambas cámaras), y la falta de preparación de sus integrantes propicia que ni lean lo que aprueban convirtiéndose en auténticos levanta dedos que solo buscan cumplir con las exigencias partidarias sin aportar nada a la democracia nacional.
La revista Proceso reveló un estudio de la agencia Dinamic que muestra que prácticamente la mitad de la actual cámara de diputados no cuentan con experiencia legislativa y que el 40 por ciento no han concluido su licenciatura, en cuanto al senado, el 80 por ciento de sus integrantes por lo menos cuentan con experiencia en la materia pero su perfil está asociado a un partido político lo que les lleva a una obediencia partidista incondicional dejando de lado la función que les encomendó la ciudadanía con su voto.
Ver como el senado se volvió un casino dónde su presidente, en funciones de dealer, se regocijaba con una tómbola que dejaba caer las bolitas que había en su interior por el suelo del recinto parlamentario, y que a la postre decidieron el destino de Jueces y magistrados que cumpliendo con su deber, y de haberse preparado por largos años, tendrán que ceder sus lugar a quienes ahora, cual reina de las flores, ganen su lugar por simpatías y votos recibidos sin importar realmente si tienen experiencia o conocimientos jurídicos que sustenten su inclusión en el Poder Judicial, que paradoja, ahora ya no se les exigirá una carrera al interior del organismo, sino 5 cartas de recomendación de amigos o vecinos para ser tomados en cuenta como aspirantes al cargo; que iluso, y yo pensé que había visto todo.
Retomando la función legislativa, luego de este burdo y hasta caricaturesco despido de 464 magistrados y 386 jueces con tómbola de por medio, han salido a relucir los graves errores de los que no pudieron percatarse los legisladores a modo, a la hora de aprobar la reforma judicial por precipitarse a complacer a su mesías en lugar de por lo menos leerla y ahora tienen que acelerar, nuevamente, la aprobación de 10 leyes secundarias que aunque errada, permita dar cumplimiento a lo aprobado originalmente. Conviene tener en cuenta que esta reforma y la manera de implementarla en poco abona a garantizar una mejor impartición de justicia ahora y a las próximas generaciones; en realidad el problema se agrava toda vez que se deja intacta la principal causa de corrupción en un proceso jurídico que es la participación de las fiscalías y el sometimiento al ejecutivo que quieren estampar en el nuevo personal jurisdiccional rompiendo con ello el estado democrático de derecho. La elección de jueces y magistrados por sorteo no es sino un acto más del grave populismo que se ha incrustado en la sociedad, haciendo creer a l pueblo “bueno y sabio” que están participando en la corrección de los muchos vicios que aún arrastramos del pasado, ocultándoles que en realidad solo contribuyen a fortalecer un estado al que la democracia, le saca urticaria.