El lógico y filósofo Eli de Gortari decía con razón que “este país no tiene lógica”. Somos una nación de pobres, miserables y clasemedieros acostumbrada a extender la manita para sobrevivir con las dádivas gubernamentales, sin más aspiraciones que tener liquidez para satisfactores elementales y felicidad cortoplacista. Por ello los ciudadanos votaron por el continuismo del proyecto político de la 4T en las pasadas elecciones, donde el partido en el poder arrasó en los cargos de elección de popular, tanto en el Congreso Federal como en los estados, a pesar de impresentables candidatos y exgobernadores, con lo cual se avecina una presidencia imperial sin contrapesos ni división de poderes. Pero eso no importó a los sufragantes, quienes se volcaron en las urnas para refrendar su voluntad de seguir con el proyecto de administrar la pobreza y recibir un cash mensual o bimestral que llega directamente al bolsillo.
Desde hace seis años se decidió destinar todos los recursos públicos al financiamiento de los programas sociales para tener una base electoral suficiente que permitiera el triunfo de quien fuera el candidato oficial, más allá del nombre. La 4T nunca pretendió, como dijo, acabar con la pobreza, la pobreza extrema, la pobreza laboral o la miseria. “Primeros los pobres” fue un slogan para encubrir la estrategia de obnubilar a la sociedad y hacerles creer que la pobreza es su destino manifiesto y que con los subsidios gubernamentales se puede sobrevivir sin problemas. Los clasemedieros, denostados desde Palacio Nacional, también cayeron en el embrujo de las dádivas, ya que a nadie hace mal una ayudadita de seis mil pesos en efectivo. Ellos también votaron por la 4T, junto a los millones de pobres y miserables que ya se acostumbraron a extender la manita y resignarse a los subsidios, aunque luego gasten más en médicos y medicinas porque el sector salud no los atiende ni abastece de medicamentos, pero con la sensación de saberse con dinero en el bolsillo, incluidos muchos clasemedieros. Por eso ganaron los comicios, sin necesidad de recurrir a una elección de Estado o a un golpe militar.
La gente salió efectivamente gozosa a votar, pero por la 4T para garantizar las dádivas oficiales por seis años más. No vieron candidatos ni propuestas sino emblemas, el que más le repitieron desde hace seis años, más el falaz argumento propagandístico de que si llegaba la oposición se acabarían las pensiones, las becas y otros programas sociales como la ayuda a madres solteras. Asimismo, la oposición no pudo contrarrestar esa posverdad. A la gente no le interesa un programa carretero o de infraestructura, si hay internet en las escuelas, si se construye un hospital de alta especialidad o si estuvimos cerca de convertirnos en un Estado fallido, si hay superpeso o si se invierte más. Le importa la inmediatez de los apoyos de los programas sociales, incluidos muchos clasemedieros, que se quejan de la 4T pero no le hacen el feo a los beneficios de las ayudas asistencialistas a cambio de lealtad electoral.
La verdadera oposición, más que copiar la estrategia trasnochada de pedir el voto por voto, casilla por casilla, debiera aceptar su penosa derrota y buscar nuevos liderazgos para modificar el sistema pluripartidista de partidos, formar nuevos institutos políticos y crear novedosas alianzas que tengan dos finalidades: cambiar el mecanismo electoral que posibilite la segunda vuelta y proponer esquemas modernos de distribución de la riqueza, donde se atienda, como lo hace la 4T, a los jodidos y acomodaticios, pero que también busque resolver las causas de la miseria y la pobreza para que haya mexicanos “aspiracionistas” que busquen un mejor nivel de vida y dejar de ser un país con una sociedad acostumbrada a estirar la manita. No más el uso de la política como forma de enriquecimiento personal o agencia de colocaciones -incluidos los de la 4T-, deben expulsar a los actuales líderes y formar cuadros que entiendan las necesidades de la gente y ofrezcan soluciones a los problemas nacionales y no paliativos a la pobreza que solo fomentan la apatía y conformismo de la gente. Avancemos hacia un sistema de partidos más moderno y eficaz y dejemos atrás los partidos corporativistas que solo servían para hacerse del poder y exigir el pago de cuotas.