“La verdad duele solo una vez, la mentira cada vez que se recuerda”
Refrán popular.
Carlos Mota Galván
Hablar con la verdad en política puede ser un arma de doble filo, o una forma de ayudar a construir relaciones fuertes y duraderas, u otra, cavar su propia tumba a futuro. Decir la verdad para un político, debiera representar la posibilidad de conquistar niveles de humanismo más altos al saber que los conceptos vertidos, por difíciles que sean, nos permitan una relación más cercana y mejor con sus gobernados.
Por el contrario, hablar con mentiras, es ir degradando y desgastando la confianza en quienes creyeron en las promesas de un mundo idílico, y que al final deja efectos devastadores incluso peores de aquellos que prometieron combatir. Así ha ocurrido con la presente administración, los deseos de un candidato que reclamaba y proponía cambios para mejorar nuestro entorno, no solo se han extraviado en el camino, sino que se les ha secuestrado y amordazado, incorporando una estrategia genocida en su contra, que resulta más preocupante a las de administraciones del pasado, que por lo menos podían ser contrarrestadas con instituciones independientes que salvaguardaban nuestro derecho a disentir.
Ahora, todo parece peor, los organismos autónomos han tenido que sostener una confrontación permanente para hacer valer lo que por ley les corresponde por el simple hecho de que aquel que se opone, asegura, tiene la última palabra por asistirle el derecho divino de personificar la moral del “pueblo bueno”al que dice personificar.
Tal determinación ha traído estancamiento y caos en la vida cotidiana de México: más asesinatos que en las administraciones de Fox y Calderón juntos; mayor desabasto de medicamentos; obras faraónicas que requieren mucha inversión y que resultan obsoletas, etcétera, etcétera. Por si todo ello fuera poco, ahora nos tenemos que tragar el cinismo a ultranza de una colaboradora de Claudia Sheinbaum, que nos comparte una “máxima” que, créame, compite seriamente con las que emite Liz Vilchis cada vez que sale al escenario.
El presidente puede ser mentiroso, pero es muy sincero, dijo Violeta Vázquez Rojas, académica lingüista, quien les ayuda a conformar su Proyecto de Nación. A tal desatino agregó: “el mayor cambio político-cultural en este período de la Cuarta Transformación, es haber devuelto el valor de la sinceridad, no tanto a decir la verdad”, pero eso sí, afirmó, a que el presidente tenga el valor de decir lo que él cree (SIC).
Tal declaración, por demás lamentable, aduce la supuesta infalibilidad presidencial que pretenden suscribir al actuar político de López Obrador, y pareciera que tal percepción no es privativa de su equipo de gobierno o de campaña, sino de un número importante de adeptos que sienten que por haber llegado al poder tienen garantizado una parte del pastel, aunque ello sea cuestionable, como pueden referirlo aquellos que trabajando electoralmente para “su causa”, fueron sustituidos por otros, que militando en partidos opositores, ahora se les premia con candidaturas en la 4t. por el solo hecho de “arrepentirse de sus pecados”.
Esto demuestra que un partido que se fundó no para gobernar sino como una máquina electoral, no le importa otra cosa que buscar perpetuarse en el poder aún a expensas de dejar atrás a los suyos, ya lo dijo la diputada española Cayetana Alvarez de Toledo, “ahí están, los burros de Troya de la democracia cabalgan al lomo de la ignorancia y la polarización, se disfrazan de demócratas para reventar la democracia desde el interior”. La lucha cada vez se expresa de manera más cruda, faltan por ver los debates oficiales, porque a las invitaciones de universidades u organismos empresariales, una de las partes, ha declinado hasta ahora el presentarse, ¿podrá seguir huyendo permanentemente?, ya lo veremos.