noviembre 21, 2024

El PRD mexiquense deja la alianza con PAN y PRI: ¿Y ahora?

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El anuncio del PRD de abandonar la alianza con PAN y PRI en la entidad modifica todos los escenarios rumbo a 2024, la decisión puede ser benéfica para el sol azteca a largo plazo pero muy arriesgadas en el corto mientras que para los aliados es un duro golpe, lo reconozcan o no

J. Israel Martínez Macedo / @Mega_IsraelMtz

El Partido de la Revolución Democrática (PRD) estatal tomó la determinación de no ir en alianza con quienes habían sido sus aliados en 2021 y 2023, el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido Revolucionario Institucional (PRI), para los procesos electorales locales de 2024, la determinación puede ser benéfica para los del sol azteca, pero pone en problemas a los aspirantes panistas y priístas que contenderán por una presidencia municipal o una diputación.

La alianza electoral entre PRI, PAN y PRD tiene su origen en diciembre de 2020, cuando los tres partidos se unieron bajo el eslogan “Va por México” conformándose como un bloque opositor que buscaba hacer frente a un partido Morena que en ese momento se presentaba como una aplanadora para los procesos electorales de 2021.

En el contexto del encierro a causa de la pandemia por COVID-19, los líderes nacionales de cada partido: Alejandro “Alito” Moreno, Marco Cortés y Jesús Zambrano hicieron el anuncio a través de una conferencia de prensa virtual en la que anunciaron que hacían a un lado sus diferencias ideológicas a cambio de unir fuerzas para hacer frente a la coalición conformada por Morena, Partido Verde, y PT, pues en la evaluación, compitiendo por separado ninguno de los tres tenía posibilidades de vencerlos.

La decisión no estuvo exenta de polémica, al interior de los partidos no todos estuvieron de acuerdo en que se conformar a este bloque a pesar de los beneficios que aparentemente representaba para todos los participantes; los tres partidos integrantes vieron diezmada su fuerza en lo individual, algunos de ellos prefirieron no apoyar la alianza a ceder sus convicciones.

El principal conflicto radicaba en que panistas y perredistas siempre se habían manifestado como contrarios al priísmo, por lo que una alianza con los tricolores sonaba en la cabeza de los tradicionalistas albiazules y del sol azteca como una total y absoluta aberración, y argumentaban que no debía conformarse una alianza netamente pragmática para ganar elecciones, sino que cada partido debía fortalecerse al interior y presentar propuestas reales y confiables a la ciudadanía.

Al final de cuentas las voces a favor de la alianza tuvieron más peso y en ese momento, se generó una participación igualitaria entre los tres partidos para las elecciones de diputados federales: el PRI presentó 77 candidatos, el PAN postuló 72 y el PRD 70, con lo que cada integrante fue considerado como par ante sus contrapartes.

Pero en lo local las cosas fueran distintas, las posiciones fueron otorgadas en función de un supuesto análisis de qué partido tenía más fuerza, presencia o posibilidades de triunfo en cada municipio y en cada distrito; a partir de ello fueron “repartidas” las posiciones para las presidencias municipales y diputaciones locales, teniendo la mayoría de ellas el PRI, en segundo lugar el PAN y en tercer lugar el PRD. De origen, en el Estado de México, la alianza nunca fue paritaria.

Los resultados electorales del 2021 fueron positivos para la alianza, Morena perdió terreno frente a sus opositores y se generó la percepción que PRI, PAN y PRD en conjunto tenían la fuerza necesaria, no solo para hacer frente a los morenistas, sino hasta para ganar una elección de tú a tú en la que se tuvieran que ver las caras.

Bajo ese supuesto, la elección de 2023 se presentaba como el momento ideal para demostrar la fuerza y el crecimiento de la alianza y mostrarse como la punta de lanza para contar con un frente unido y sólido con miras a la elección de 2024; el Estado de México se visualizó como un bastión aliancista de donde podría emerger un frente opositor sólido para hacer frente a Morena en la elección presidencial pero los resultados echaron por tierra esa imagen.

Los datos fueron reveladores y contundentes: si bien el priísmo mantuvo su nivel de votación en seis años, tampoco creció, se estancó en poco más 1 millón 700 mil votos; el panismo, que se había autoimpuesto como meta una cifra cercana al millón de votos, se quedó muy lejos de ella al alcanzar poco más de 700 mil sufragios a su favor, mientras que el PRD fue el más afectado quedándose apenas en 180 mil votos, muy lejos de su meta de 300 mil y al borde de perder el registro como partido local.

Los aliados se quedaron a medio millón de votos de distancia de la coalición conformada por Morena, PT y Partido Verde, y aunque la distribución de los votos no nos permite conocer el peso real de cada uno de estos partidos, quedó claro que, en solitario, los morenistas se consolidaron como la primera fuerza en la entidad, muy por encima de su competidor más cercano que es el PRI.

Los perredistas fueron los más castigados por la ciudadanía en la alianza con PRI y PAN, su propia militancia no vio con buenos ojos esta unión, en particular porque muchos de ellos no comulgan con los principios panistas y menos con las prácticas priístas; el mensaje al perredismo fue contundente y parece que los integrantes de este organismo político lo han entendido: la alianza no es para ellos.

La reciente determinación del Comité estatal para no ir en alianza en 2024 es un representa una esperanza de reestructuración en el sol azteca mexiquense y un duro golpe para las aspiraciones electorales de varios contendientes por las presidencias municipales y diputaciones locales por la oposición, específicamente en municipios donde los resultados de la contienda podrían ser muy cerrados entre el representante de Morena y el de la oposición.

El perredismo sabe que ir en solitario le podría representar una aparente derrota en las urnas, en donde apenas podría mantener su posición en municipios que ya controla, pero representa la posibilidad de trabajar con miras al proceso electoral intermedio de 2027 y recuperar un poco de terreno presentándose con una oferta propia que le permita recuperar terreno.

El PRD mexiquense no está en posibilidad de hacer frente y ganar en 160 procesos electorales (125 municipales y 45 distritales locales), ellos lo saben, pero sí están en condiciones de trabajar para crecer su masa votante, presentarse como una opción y “reconstruir la casa” pensando más en el futuro que en el presente.

Aunque los orgullosos panistas y los desconcertados priístas piensen que la decisión del perredismo mexiquense no les afectará, en su interior saben que sí; que la salida de los del sol azteca representará la derrota en los municipios en los que los escenarios pintan para ser muy cerrados en la confrontación con los morenistas; los muchos o pocos votos que el PRD les sumaban podrían ser la diferencia entre la victoria y la derrota.

La salida de los perredistas de la alianza altera los escenarios electorales en los 125 municipios y en los 45 distritos en disputa y genera incertidumbre sobre lo que podría ocurrir en los procesos a senadores y diputados federales en donde todo pinta a que la alianza de los tres partidos se mantendrá.

Si se mantiene una alianza entre PAN y PRI sin el PRD en lo local, los representantes en las urnas de esta posible unión deberán ser más astutos y trabajar el doble para evitar la derrota, primero por el desgaste natural que arrastrarán como resultado del proceso del 4 de junio pasado y, segundo por la pérdida de un aliado que quizá no daba una gran cantidad de sufragios, pero los suficientes para hacer la diferencia en un escenario muy competitivo.

La decisión de los perredistas pinta para ser benéfica para ellos en el largo plazo, pero muy arriesgada en el corto. Ir al proceso en solitario no les garantiza que la militancia que los abandonó por sumarse con PAN y PRI regrese de inmediato pero sí les permite pensar que así será más fácil hacer crecer la base de 180 mil votos que obtuvieron en la pasada elección y que los dejó prácticamente en la lona.

Si la alianza se rompe, los morenistas prácticamente estarían asegurando la mayoría en la legislatura local y recuperarán varias presidencias municipales lo que representaría un triunfo contundente de esa opción política en la entidad pero, en contraparte, puede representar una verdura pesadilla al interior del partido y en la relación con sus aliados ya que se puede crear la falsa percepción de que quien sea postulado tendrá asegurado el triunfo solo con estar en la boleta, lo que generaría que la pugna interna se vuelva cruenta y ocasione fracturas.

Sin duda el movimiento perredista afecta a todos los actores y modifica por completo los escenarios y aunque todavía existe la posibilidad de que el perredismo nacional intervenga para tratar de mantener la alianza también es probable que lo considere como un buen ejercicio de prueba para adelantar vísperas de lo que podría pasar en el ámbito nacional si la alianza no obtiene el triunfo el año que viene.

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