noviembre 21, 2024

Si no actuamos, la catástrofe será la constante en el mundo

Foto: revistatoxicshock.com
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Angélica Rendón México Político Fotos: revistatoxicshock.com

Morir, literalmente, por un balde de agua. Vivir en zozobra por la violencia directa por grupos criminales en el barrio que habitas. Y la gente, tu familia, tus amigos, migrando en cantidades nunca antes vistas en búsqueda de trabajo, pero sobre todo, por necesidad de comida. No se trata de una nueva versión de la película Apocalipsis Now, sino de las previsiones de cómo sucederá la vida dentro de 20 años.

La tierra habitable, segura, será cada día menos, pues los glaciares ya se estarán derritiendo por completo, con lo cual las costas se verán inundadas con el agua de los océanos; la extinción se habrá cernido en cientos de especies y la consecuencia será que los ecosistemas entrarán a una fase de transformación imprevisible, donde las enfermedades sucederán de manera epidémica. La humanidad ya se encuentra en este camino, pero puede ser aún más catastrófico.

Los cálculos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), señalan que en 2043 nuestro país acogerá a una población de más de  130 millones, mientras que en el mundo serán unas nueve mil millones de almas, por lo que la instancia internacional hace un serio llamado a que, de no haber modificaciones a la política industrial y económica se cumplirán los peores vaticinios sobre el calentamiento global.

Federico Fernández Christlieb, investigador del Instituto de Geografía (IGg) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ilustró estos escenarios y ejemplificó, mediante un ejercicio, “que en 2043 se cumplen algunos de los terribles pronósticos y las instituciones pierden aún más su capacidad de gestión ¿Qué podrá aportar el conocimiento geográfico para reorganizar a las comunidades? ¿En qué debemos trabajar ahora, 2023, para prever -y atenuar- ese momento?

Él mismo dio las respuestas, pues delineó el entorno y las emociones, ya que, “quizá paralizados por la depresión que es comprensible, estamos en la perplejidad (…), estamos pasmados, confundidos, y lo que propongo para iniciar es evidenciar las fortalezas del pensamiento geográfico”, creando para ello una “agenda geográfica para el siglo XXI”, cuyos objetivos estratégicos deben ser educación, reorganización política, alimentación, agua, vivienda, intercambio, energía, seguridad, arte, ciencia y diversión.

El académico de la Escuela Nacional de Ciencias de la Tierra y de la Facultad de Filosofía y Letras fue retador, pues aseveró que “guiarnos por indicadores de la economía global como el producto interno bruto es absurdo, porque refleja el dinero que se gasta en un país dividido hipotéticamente entre el número de sus pobladores, pero no refleja la enorme desigualdad que hay entre los que lo gastan en verdad y los que no pueden hacerlo”.

Aseveró que no es posible crecer ilimitadamente como propone la globalización, pues nuestro mundo es finito, y las resoluciones de los problemas derivados de este “no pueden ser resueltos por un solo esquema económico o científico, o por un solo gobierno, de ahí que convenga enfocar de manera interdisciplinaria, como lo hace la Geografía”.

Es así como el trabajo se debe proyectar a una escala “que cuide la sostenibilidad, tanto social, como ambiental; nuestra gran fortaleza es la visión de conjunto, la comprensión general de las relaciones que tejen el espacio; esto permite prever, planear, moderar decisiones, situarse del lado sustentable y socialmente responsable de la organización territorial; una palabra clave parece ser organización”, agregó el también exdirector del Centro de Estudios Mexicanos UNAM-Francia.

Fue así como dio a conocer las diez claves del conocimiento geográfico: Empieza en el ámbito local; luego, es de naturaleza interdisciplinaria; asimismo, celebra la biodiversidad biocultural; al mismo tiempo interrelaciona las causas globales con los efectos locales; de igual manera, asume una perspectiva de larga duración; también comprende la interdependencia entre lo rural y lo urbano; resulta fundamental recoger información en campo, gabinete y laboratorio, pero no teme a la tecnología; otro aspecto es que constituye una reflexión individual que se discute y ensambla con preocupaciones colectivas; es trascendente que se exponga en lenguajes sintéticos y de fácil comprensión como los mapas y, por último, es aplicable.

Al dictar la conferencia “Geografía en transición hacia el mundo que viene”, abundó en que a partir del siglo XVII nos hemos hiperespecializado en subdisciplinas que han fragmentado el conocimiento geográfico, es decir, hemos desarmado la realidad, pero “ahora no podemos actuar sin comprender la unidad de todos esos saberes que la conforman”.

Y lanzó una idea prospectiva pensando en quienes en 2043 tengan la suerte de ir a la mitad de su formación en las universidades, “nos preguntarán a todos los que estamos aquí: ¿Y ustedes, científicos, qué estaban haciendo mientras el planeta se caía a pedazos?, ¿de verdad era esto lo que estábamos haciendo?, ¿mirar noche y día la pantalla de nuestro celular?”, concluyó el también doctor en Geografía y Ordenamiento territorial de la Université de Paris-Sorbonne.

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