Por Ricardo Burgos Orozco
Fui a hacer un trámite a uno de mis viejos trabajos. Las oficinas están en la avenida Marina Nacional. Para ello, tomé el Metro en Zapata, de la Línea 3, transbordé en Hidalgo, de la Línea 2, y llegué sin problemas a la estación Tacuba, que se encuentra a unas calles de mi destino.
Hace mucho tiempo que no viajaba por esa zona de la ciudad. Tacuba está rodeada por infinidad de puestos de todo tipo de mercancía; me recordó a La Merced, cuya estación se pierde también entre comercios y de pronto te extravías caminando. Sin embargo, para salir a Marina Nacional lo pude hacer rápido.
Me quedé observando durante unos minutos el icono de la estación Tacuba que son tres flores y es porque antiguamente se llamaba Tlacopan en nahuatl, que significa tierra florida o lugar florido. Tlacopan era uno de los reinos que formaban la triple alianza con Tenochtitlan. Fue en esta región donde regresó derrotado Hernán Cortés un 30 de junio de 1520 y, recargado en un árbol, lloró al saber que su ejército había sido vencido por los aztecas, según cuenta la leyenda.
En 1632 en Tacuba había 60 haciendas y un grupo importante de labradores. Ya en el Siglo XVIII comenzaba a crecer la población con 28 pueblos y 12 barrios. Hoy en día, Tacuba es una de las grandes colonias de la Ciudad de México con más de 20 mil habitantes y otras diez mil personas que llegan a trabajar.
Actualmente Tacuba es una colonia que forma parte de las alcaldías Miguel Hidalgo y Azcapotzalco. La estación del Sistema de Transporte Colectivo funcionó desde 1970 a 1984 como terminal de la Línea 2 hasta que fue ampliado a Cuatro Caminos. También es correspondencia de la Línea 7 de Barranca del Muerto a El Rosario.
Uno de los policías de Tacuba me platicó que en una de las salidas está la Parroquia de San Gabriel Arcángel. Ahí hay una figura del Niño Jesús al que visten con el uniforme de la selección mexicana de futbol para darle suerte al equipo cada vez que hay algún torneo importante como el Mundial que iniciará el mes próximo en Qatar.
Caminé por Marina Nacional hacia el edificio adonde debía llegar, me registré después de hacer fila, subí por uno de los elevadores, entregué los documentos en el área respectiva y regresé a la calle. Al salir, pensaba trasladarme por la misma Línea 2, pero me perdí entre los locales comerciales de todo tipo; pregunté por el Metro; un vendedor de dulces me indicó: “sígase derecho, ahí encuentra el Metro”; le creí, no tenía de otra, y llegué a Tacuba, pero de la Línea 7, que me resultó excelente porque tenía que llegar a Barranca del Muerto.
Iba en uno de los vagones, parado frente a las puertas de salida, e iba pensando sobre Tacuba o Tlacopan, cómo ha evolucionado con el paso del tiempo y cuánta historia guarda en cada uno de sus rincones y calles. Lo que sí, de la llamada tierra florida, no conserva casi nada.
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