agosto 19, 2025

La apuesta

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En el juego como en la vida, cada decisión cuenta y puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso

Por Carlos Mota Galván

La presidenta Claudia Sheinbaum, obligada por las circunstancias, ha decidido apostar por una carta que aunque arriesgada -de serle favorable- podría salvar a ella y su movimiento de una crisis tan severa que evitaría su disolución tan rápido como llegó a posicionarse como una realidad en el país, encargando a su hombre de confianza su organización y puesta en marcha.

Ese hombre es, sin duda, Omar García Harfuch, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, quien sigue ganando terreno en la política de transformar “los abrazos no balazos”, en una lucha frontal contra el crimen organizado, para posteriormente someterles a una extradición grupal a Estados Unidos, esgrimiendo que la corrupción que priva en el sistema de justicia nacional les obliga a operar en consecuencia.

Esta deshonestidad como se sabe, abarca desde jueces y magistrados, hasta el ministerio público y el sistema penitenciario, el cual es incapaz de controlar a quienes tiene bajo resguardo, concediéndoles seguir operando impunemente desde donde están recluidos.

Esta visión por más que se niegue para no entrar en confrontación con el tótem de la 4t, es el tanque de oxígeno que permitiría a la presidenta Sheinbaum asirse a la esperanza de conseguir complacer al vecino del norte, y que los períodos de gracia para imponer nuevos y mayores aranceles se prolonguen indefinidamente, además de que no se le exija actuar contra otros personajes que al parecer están siendo involucrados por quienes en calidad de testigos protegidos, son sometidos actualmente a juicio en el vecino país.

En esta ocasión fueron 26 las personas entregadas a la justicia norteamericana, entre ellos: Servando Gómez Martínez, alias “La Tuta”, Abigael González Valencia, “el Cuini” y Juan Carlos Félix Gastélum, “el Chavo Félix”, yerno de Ismael el “Mayo Zambada”, vinculados al crimen organizado y a quienes se les acusa de poner en riesgo la seguridad en México, no obstante estar recluidos en diversos centros penitenciarios del país.

La única condición solicitada fue que no se les aplique la pena de muerte, más por cumplir con los formalismos legales que por otra cosa.

Estos delincuentes -más los 29 que les precedieron en febrero pasado- marcan con su extradición o expulsión, una nueva pauta en las relaciones entre ambas naciones en materia de seguridad. A partir de ahora, los recovecos para impedir o retrasar el rendir cuentas en Estados Unidos ya no podrán aplicarse. Su deportación será inmediata, y por lo tanto la propuesta es clara, resulta innecesario enviar tropas a nuestro territorio, con el desgaste mediático que ello ocasionaría, cuando al final de cuentas los capos que determinen serán atrapados y enviados para que ellos los juzguen sin ningún contratiempo. Además de no deteriorar la credibilidad de una administración que queriendo o no, está dispuesta a cumplir el acuerdo.

Este juego permite a nuestras autoridades seguir hablando de autonomía, patriotismo y soberanía; de parafrasear párrafos del himno en las mañaneras, aún cuando estén mal citados, exhortando a la unidad y sin que se les acuse necesariamente de subordinación, de dejar en claro que es el Gabinete de Seguridad, por si algo sale mal, quien entrega a los criminales, no el Gobierno en sí, por más que cuente con su anuencia.

Que en vista a sus acciones aspiren a que pronto se signe el tan llevado y traído “acuerdo de seguridad “ entre ambas naciones, y con ello enarbolar la bandera de que México sí cumple con el combate a los ahora denominados “terroristas” y al combate al tráfico del fentanilo y por ello es merecedor de un mejor trato arancelario con su principal “socio comercial”.

De paso, si esto resulta como planean, no tendrían que deteriorarse los lazos políticos y personales con su “mentor”, a quien le entregarían buenas nuevas al haber defendido, sino a todos, por lo menos a los que más le importan, de acusaciones en su contra. Esta podría ser una carambola de varias bandas, pero en la partida hay un factor que podría trastocar estos planes, Donald Trump, quien esperan acepte lo entregado y no exija más trofeos.

Sin embargo la ambición de este hombre y su egolatría, podrían imponer a Sheinbaum nuevas barreras imposibles de cumplir; la liga se estira sí, pero siempre existe un límite antes de que se rompa.

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