
- La elección del nuevo Papa que puede reconfigurar el poder en América Latina
En un mundo saturado de líderes carismáticos y sin proyecto,
conviene recordar que la autoridad—como la fe—se mide en las obras.
Un pontífice con dos pasaportes y varios interlocutores
El humo blanco del 8 de mayo selló un hecho histórico: el cardenal Robert Francis Prevost -misionero en Perú durante tres décadas y prefecto del Dicasterio para los Obispos- se convirtió en el primer papa estadounidense y tomó el nombre de León XIV. Su biografía híbrida (originario de Chicago y ciudadano peruano) lo coloca como un puente simbólico entre la norte américa global y la periferia latinoamericana.
Reordenamiento de los equilibrios de poder en América Latina
Eje progresista–conservador
La diplomacia vaticana suele mediar en conflictos socio-políticos. Formado entre los pobres andinos, el nuevo pontífice puede ampliar la agenda social sin abandonar la realpolitik que Washington observa de cerca.
Pulso entre Washington y el Sur
El hecho de que el Papa sea ciudadano de EE. UU. rompe un tabú, pero su trayectoria latinoamericana disipa temores de “soft power” unilateral. La Santa Sede podría fungir como canal informal para asuntos de migración y narcotráfico en la región.
Credibilidad eclesial tras los casos de abuso.
A lo largo de su carrera, León XIV, en su ha prometido “tolerancia cero” y reparación ante los abusos de los integrantes del culto católico. Su autoridad moral dependerá de convertir la promesa en reformas tangibles, sobre todo en países donde la Iglesia perdió terreno frente a iglesias evangélicas.
México ante el espejo de San Pedro
Pobreza estructural. De acuerdo con cifras oficiales del agonizante CONEVAL, tras la pandemia, 36.3 % de los mexicanos (46.8 millones) seguían en pobreza en 2022. La agenda pastoral del nuevo Papa -dignidad laboral y opción preferencial por los pobres- podría revitalizar redes parroquiales y ONG católicas.
Inseguridad y violencia política. México cerró 2024 con más de 1,200 homicidios solo en las primeras semanas del nuevo gobierno. Un pontífice que vivió la violencia peruana de los noventa tiene legitimidad para convocar a una paz integral.
Polarización social. El clero mexicano lleva varios años denunciando el deterioro del debate público. El relevo en Roma ofrece una narrativa de reconciliación que puede permear púlpitos y foros ciudadanos.

Riesgos que sortear
Cooptación política. El capital simbólico del primer Papa norteamericano podría ser usado por facciones partidistas; la Iglesia deberá preservar su autonomía en un Estado laico.
Expectativas desmedidas. El Vaticano no controla la macroeconomía ni desmantela cárteles; su aporte es la autoridad moral y la articulación de actores dispersos.
Resistencia interna. Sectores eclesiales tradicionales podrían recelar de la continuidad de reformas de Francisco. La transición exigirá liderazgo colegiado.
Epílogo: oportunidad de “sanación” social
La elección de León XIV abre una coyuntura que rebasa los muros del Vaticano. Para México, es una invitación a reconstruir el tejido social desde la convergencia entre la fe y la responsabilidad civil. Si la Iglesia alinea su infraestructura pastoral con políticas públicas incluyentes, el efecto será tan tangible como un comedor comunitario abierto, un aula renovada o una calle segura, en especial para las mujeres.
La cuestión no es solo qué hará el nuevo Papa, sino cómo aprovecharemos los mexicanos este viento de renovación para enfrentar pobreza, violencia y polarización.