abril 12, 2025

Invisible entre fronteras, el rostro femenino de la migración

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Por Daniel Lee Vargas

Desde que la retórica antimigrante se convirtió en política de Estado bajo la administración de Donald Trump, la migración ha dejado de ser un fenómeno social para convertirse en una tragedia humana. Y en medio del ruido político, de los muros físicos y mentales que se alzan entre países, hay un rostro que permanece invisibilizado: el de la mujer migrante.

Ella no solo carga con una maleta. Carga con historias de violencia, con hijos que cuidar, con miedos profundos, y con una fuerza que pocas veces es reconocida. La migración femenina ha crecido silenciosamente a lo largo de los años. Son millones de mujeres que ya no emigran por seguir a alguien, sino por salvarse. Por escapar de la pobreza, de la violencia de género, de catástrofes naturales o del hambre que se vuelve grito en los estómagos de sus hijos.

Pero su valentía no les garantiza seguridad. Al contrario: las mujeres migrantes se enfrentan a un calvario particular. Son presa fácil de tratantes, de extorsionadores, de redes de explotación laboral y sexual. Según datos alarmantes del Instituto Nacional de Salud Pública, muchas sufren violencia sexual y psicológica durante su tránsito por México. Y Médicos Sin Fronteras nos recuerda una verdad estremecedora: al menos una de cada diez mujeres migrantes ha sido víctima de violencia sexual en su camino. ¿Cómo puede ser tolerable esta realidad?

Y aun si logran llegar al país de destino, la historia no mejora. Las espera una vida en los márgenes: sin papeles, sin derechos, sin redes de apoyo. Ahí, en los rincones invisibles de la economía informal, se convierten en trabajadoras del hogar, jornaleras, vendedoras ambulantes o trabajadoras sexuales, atrapadas en dinámicas de abuso donde su dignidad es moneda de cambio.

La sobrecarga histórica del cuidado recae sobre sus hombros: son ellas quienes velan por hijas, hijos, personas mayores, enfermas o con discapacidad. ¿Cómo aspirar a un trabajo formal, digno, cuando la desigualdad de género ya las ha encadenado antes de cruzar cualquier frontera?

A pesar de todo, persiste el estigma. Persisten los discursos que las reducen a víctimas pasivas o a cifras frías en reportes de deportación. Persisten las políticas migratorias que no las ven, que no las entienden, que no las protegen. Persisten las decisiones que se toman sin ellas.

Necesitamos cambiar el lente. Comprender que detrás de cada mujer migrante hay una historia de resistencia, de agencia, de decisiones valientes. Reconocer su aporte económico, social y cultural en cada territorio que pisan. Y exigir políticas públicas que garanticen sus derechos, que erradiquen la violencia de género en los procesos migratorios, que abran caminos seguros y oportunidades reales.

Porque una sociedad que cierra los ojos ante el sufrimiento de las mujeres migrantes es una sociedad que se niega a sí misma el derecho a la justicia. Y porque cada paso que dan, aunque muchas veces con miedo, también es un acto de esperanza.

Hoy, el desafío es mirar más allá del muro. Y ver, con toda su humanidad, a quienes caminan cruzando desiertos, ríos, fronteras… soñando con una vida digna. Ojala algún día, aunque sea desde la comodidad de su casa en Monterrey se ponga a trabajar Tatiana Clouthier, flamante titular del Instituto de Mexicanos en el Exterior, un órgano desconcentrado de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).  Para ella solo han sido importantes sus “asuntos personales”.

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