
“Tanto va el cántaro al agua, hasta que se rompe”
Carlos Mota Galván
La tardía reacción ante la imposición de aranceles a las exportaciones mexicanas por nuestro vecino del norte es la actitud constante que nuestro gobierno ha adoptado en su relación bilateral con los Estados Unidos, esperando siempre que las cosas cambien por efectos colaterales, no entendiendo que nada será suficiente para satisfacer el apetito de quien ya ha olido el miedo y probado la sangre de su presa.
Una vez más, la administración mexicana corrió con un poco de suerte y por lo menos el sector automotriz, su principal producto de exportación a los Estados Unidos, contará con un mes más de gracia antes de que también les apliquen el 25 por ciento de aranceles aunque este plazo conseguido no fue por intervención de nuestras autoridades, sino a petición directa de las armadoras de Detroit quienes hablaron con Trump evitando con ello se les acuchille como al resto, y puedan planear mejores estrategias, General Motors, Ford y Stellantis, son las empresas mediadoras.
Trump quien reacciona siempre por instintos primigenios y poco le importa no solo maltratar a sus otrora “socios”, bloqueando el ingreso de sus productos al mercado norteamericano, ve como su proyecto de concretar su principal interés, impulsar la reindustrialización de su propio país, que contempla, entre otras cosas, que quienes hayan invertido fuera regresen a su territorio, vía importantes apoyos fiscales, va tomando forma, con lo que crearía así a futuro, más empleos y vería fortalecida su economía interna. No importa si en el Inter sus propios ciudadanos, amén de los de México y Canadá, tengan que pagar un alto precio, pues el impacto económico será para unos importante, en tanto que para otros, los nuestros, devastador; pero eso poco le importa, Trump no responde a la racionalidad más elemental, sino al instinto.
Por todo ello, el que Claudia Sheinbaum, haya expulsado a 29 criminales de nuestro territorio para que hagan con ellos lo que gusten, sirve de poco o nada para que el trato cambie; de igual forma, mandar 10 mil soldados a la frontera o el decomiso de estupefacientes, poco importa, en realidad tantas concesiones solo han conseguido despertar el hambre de la fiera y para colmo, los hechos cotidianos, la desesperación y los argumentos esgrimidos, entre los que se encuentra la acusación de que el gobierno mexicano se haya coludido con el narco, parecen suficientes para que algunos sectores les concedan la razón en sus demandas.
Por ello el buscar inmolarse en el zócalo capitalino no solucionará nada, habrá eso sí, gritos y sombrerazos, pero en esencia nada aportará, salvo quizá, el pretender justificarse ante los suyos respecto a quién es el “villano” de la película, pero para efectos prácticos, en la vida real, nada cambiará. Una cosa es segura, cada vez las exigencias serán mayores y como por ese rubro será difícil caminar, el tiempo por delante estará lleno de escollos, será un auténtico campo minado por el que para donde se muevan podrían explotar.
Será el domingo, durante lo que se asemeja más a un mitin partidario que a una concentración de apoyo nacionalista, donde la presidenta de a conocer las sanciones con las que pretende defenderse de su “principal socio comercial” cuidando, eso sí, las formas, no sea que las cosas se agraven más y créame que esto es una posibilidad real. La lucha se antoja francamente desigual, en tanto que nuestro país depende en un 80.2 por ciento de sus exportaciones a Estados Unidos, México solo adquiere el 2 por ciento de las ventas norteamericanas en el mundo, en términos generales. A querer o no, la recesión cada vez se deja ver más de cerca y parece inevitable su presencia.