
- Un mexicano deportado por Trump fue asaltado al llegar a Mexicali, evidenciando la doble vulnerabilidad de los migrantes
El endurecimiento de las políticas migratorias tras la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha dejado ya historias de vulnerabilidad y desesperanza. El primer mexicano deportado durante este periodo llegó a México a través de la garita oeste de Calexico, en Mexicali, bajo circunstancias que evidencian la precariedad en la que se encuentran miles de migrantes retornados.
Se trata de un hombre de 60 años originario de Durango que había pasado 32 años en territorio estadounidense. Fue detenido en el norte de California mientras manejaba su camioneta, en lo que parecía un día normal. Sin antecedentes penales y con su familia residiendo en Estados Unidos, su deportación marcó un brusco cambio en su vida.

Sin embargo, su regreso a México fue aún más difícil. Al llegar a Mexicali, con lo poco que traía consigo, fue víctima de un asalto. Según relató, un taxista lo despojó de su dinero y pertenencias, dejándolo completamente desprotegido en una ciudad desconocida. Actualmente, permanece en un albergue para migrantes mientras intenta reunir los recursos necesarios para regresar a su tierra natal o, en el mejor de los casos, al lugar donde se encuentra su familia.
Este incidente evidencia los riesgos adicionales que enfrentan los migrantes deportados al regresar a México, no solo por la falta de recursos, sino también por la vulnerabilidad a delitos como el robo. A esto se suma la dificultad para integrarse en comunidades de las que muchos han estado alejados durante décadas.
Diversos activistas han señalado que estos casos no son excepcionales. La ausencia de políticas de reintegración efectiva para migrantes retornados deja a estas personas a la deriva. En el caso de Mexicali, ciudad que históricamente ha recibido a deportados por su cercanía con Estados Unidos, la falta de albergues suficientes y de programas de apoyo agrava la situación.
Mientras tanto, este hombre de Durango representa el rostro humano de una política migratoria que endurece fronteras sin considerar las historias individuales de quienes se ven obligados a regresar. En el albergue donde permanece, intenta encontrar algo de estabilidad, con la esperanza de reunir lo necesario para decidir su próximo paso: regresar a su tierra natal o buscar la manera de reencontrarse con su familia en Estados Unidos.
El caso pone en evidencia la necesidad urgente de atender las problemáticas asociadas a la deportación. Desde la llegada segura de los migrantes hasta programas efectivos de reintegración, estas acciones no solo aliviarían el impacto en los individuos, sino también en las comunidades que los reciben.