Por Julio Ramos
A medida que el 2024 se acerca a su fin, el Banco de México enfrenta una decisión crucial que podría marcar el rumbo económico del país: ¿debe reducir su tasa de interés clave? La especulación sobre un posible recorte de puntos ha dominado las conversaciones en los mercados financieros, especialmente en un contexto global de tasas más bajas y una aparente estabilidad inflacionaria en México.
Pero ¿es este el momento adecuado para flexibilizar la política monetaria?
Desde mediados de año, Banxico ha mantenido una postura prudente, dejando su tasa de referencia en niveles históricamente altos para controlar la inflación que llegó a niveles preocupantes en 2022 y 2023. Sin embargo, los últimos datos muestran una desaceleración inflacionaria que parece consolidarse.
La inflación general se ha mantenido dentro del rango objetivo del banco central, y la subyacente, aunque todavía elevada, da señales de moderación. Este panorama ha generado optimismo entre los analistas, quienes consideran que Banxico tiene margen para recortar tasas y estimular una economía que muestra signos de debilidad en sectores clave, como el consumo y la inversión privada.
Un recorte de tasas podría tener efectos positivos inmediatos, como un mayor acceso al crédito y un impulso al gasto, factores que podrían dinamizar la economía en el corto plazo. Sin embargo, esta decisión no está exenta de riesgos. La economía global sigue enfrentando incertidumbres significativas, incluyendo una desaceleración en China y una política monetaria incierta en Estados Unidos, donde la Reserva Federal mantiene abierta la posibilidad de nuevas alzas en sus tasas. Un recorte prematuro en México podría debilitar el peso frente al dólar, incrementando los costos de importación y ejerciendo presión sobre la inflación nuevamente.
Además, Banxico enfrenta el desafío de mantener su credibilidad. La institución ha sido históricamente reconocida por su independencia y prudencia, características que han sido clave para anclar las expectativas inflacionarias. Un movimiento apresurado podría interpretarse como una respuesta más política que técnica, especialmente en un año donde las elecciones presidenciales están a la vuelta de la esquina.
En este contexto, la decisión de recortar o mantener la tasa debe ser cuidadosamente evaluada, considerando tanto los beneficios inmediatos como los riesgos a mediano plazo. Más allá de las presiones externas, Banxico debe mantenerse firme en su objetivo principal: preservar la estabilidad de precios. Solo así podrá garantizar un entorno económico propicio para el crecimiento sostenible.
¿Será este el cierre del ciclo restrictivo o solo una pausa estratégica?
La respuesta, como siempre, estará en los datos y en la prudencia que caracteriza al Banco de México.