Entre las exposiciones relevantes que se presentan en Andalucía se encuentra la del Museo de Bellas Artes de Sevilla exhibe 28 obras de grandes maestros españoles de los fondos del Museo de Bilbao. Son
26 pinturas y dos esculturas, representativas de la escuela española. La exposición es el resultado de una colaboración entre los museos de Bilbao y Sevilla, que ya en 2009-2010 coprodujeron la exposición El joven Murillo.
La consejera de Cultura y Deporte, Patricia del Pozo, expresó “se trata de un ejemplo de colaboración entre ambos museos, una más, pues ya en 2009 coprodujeron la exposición ‘El joven Murillo’ que fue toda una referencia”. “Esta vez – ha continuado- disponemos de una excepcional selección de obras maestras fechadas entre los siglos XV y XX, que en algunos casos se van a ver en Andalucía por primera vez, lo que da muestra de la enorme generosidad del Museo de Bilbao con nuestro Bellas Artes”.
La reforma de la pinacoteca bilbaína es lo que ha propiciado que este conjunto de lienzos y esculturas pueda ser disfrutado por el público de Sevilla. La selección de fondos que ha hecho José Luis Merino, conservador de Arte Antiguo del Museo de Bilbao, recorre cuatro siglos de arte español y pone el acento en los géneros del retrato y el arte religioso, acompañados por ejemplos relevantes de naturaleza muerta y paisaje.
Voceros explican que, en la exposición, ocupan un lugar señalado los pintores que desarrollaron su carrera en Sevilla, desde Ignacio de Iriarte, nacido en Azkoita (Gipuzkoa) pero que llegó a la ciudad hacia 1642, hasta Juan de Roelas, Francisco de Herrera el Viejo, Francisco de Zurbarán o Bartolomé Esteban Murillo.
“Como novedad, se presentará por primera vez al público tras su reciente adquisición por parte del Museo de Bilbao La plaza de toros de Sevilla (c. 1870) de Mariano Fortuny, que al valor artístico añade su interés iconográfico por el contexto en el que se expone. El pintor resuelve la representación de la plaza de toros de Sevilla en una composición dividida a partes iguales entre el celaje y el albero y los tendidos, y protagonizada por la pincelada deshecha con la que Fortuny dispone luces y sombras”.
La exposición arranca con dos pintores de naturaleza muerta emblemáticos en la historia del género: Juan de Arellano, con un ejemplo de gran calidad de bodegón floral, del que fue maestro, y Luis Meléndez, que en una equilibrada composición muestra su talento para la representación de las cosas y la fértil herencia de los bodegones de cacharros y frutas de Zurbarán. Ambos ejemplifican a la perfección, y con casi un siglo de diferencia, las posibilidades sensoriales y el gusto por el detalle de este género de la pintura.
Junto a ellos, cuatro paisajes fechados entre los siglos XVII y XIX aportan distintas variaciones del género. A los 21 años Ignacio de Iriarte viajó a Sevilla, donde probablemente se formó en el taller de Herrera el Viejo. La exposición presenta un paisaje con figuras en el que la iluminación en penumbra y la disposición en distintos planos aportan misterio y profundidad a la composición. El capricho arquitectónico con un catálogo de edificios imaginarios en perspectiva proporciona un opulento escenario al relato bíblico que pinta Francisco Gutiérrez Cabello.
Por su parte, la pintura de vistas de Luis Paret tiene en la panorámica de la villa de Bermeo un precedente de lo que más tarde sería su célebre serie de los puertos del Cantábrico. Las figuras galantes de la parte inferior de este óleo sobre cobre encuentran eco en la escena de género titulada Dama leyendo una carta (c. 1785-1795) de José Camarón.
Por último, el plenairismo de Mariano Fortuny resuelve la representación de la plaza de toros de Sevilla en una composición dividida a partes iguales entre el celaje y el albero y los tendidos, y protagonizada por la pincelada deshecha con la que el pintor dispone luces y sombras.
La parte central de la exposición reúne espléndidos ejemplos de diferentes aproximaciones a otro de los grandes géneros de la pintura: el retrato individual, bien sea cortesano, magníficamente representado por Alonso Sánchez Coello, Juan Pantoja de la Cruz y Claudio Coello, o “a lo divino”, una interpretación del género presente en las santas de Zurbarán.
Fechados ya a finales del siglo XVIII y primeras décadas del XIX, los cuadros de Francisco de Goya y Vicente López explican en su captación psicológica y en su talento escenográfico, respectivamente, por qué ambos artistas son considerados entre los mejores representantes de la pintura de retrato.
Cierran la selección dos figuras femeninas con paisaje a cargo de Ignacio Zuloaga, que cita la tradición pictórica española en las enseñanzas del Greco y Goya, y Anselmo Guinea, que asimila la luz impresionista aprendida en París. Por último, y junto a los grandes maestros del siglo XVII, se exhibe un conjunto de obras de tema religioso de artistas como Francisco de Herrera el Viejo, Pedro Orrente, Vicente Castelló, Juan Ribalta y José Antolínez.