Por Orlando Linares López
Más allá de los estímulos sonoros que impactan en el campo perceptivo de las personas, la música constituye un arte intangible que, históricamente, ha sido compañera de la humanidad y que es infaltable nuestra vida cotidiana.
Diversas investigaciones científicas han concentrado esfuerzos para explicar el efecto de la música en las emociones, decisiones y comportamientos de las personas.
Resultado de ello, por ejemplo, con el llamado efecto Mozart se sabe que la música clásica tiene efectos beneficios en las personas, especialmente en los bebés.
En la mayoría de los estudios prevalece la coincidencia que la música, como forma de expresión, se erige como una fuerza omnipresente y enriquece la experiencia humana ya que, más que un acompañamiento sonoro es una herramienta poderosa.
También se ha demostrado el poder de la música para reducir la ansiedad, la presión arterial, el dolor y que ayuda a mejorar la calidad del sueño, el estado de ánimo fortalece el aprendizaje, la alerta mental y la memoria, entre otros.
Lo cierto es que la música induce a modular las emociones de las personas, de manera que, ritmos rápidos y enérgicos pueden elevar el estado de ánimo, en tanto melodías suaves y relajantes, tienen el poder de generar calma. También actúa como un catalizador para la formación de recuerdos. Canciones asociadas a momentos significativos desencadenan recuerdos y emociones vividas.
En lo colectivo, la música implica un lenguaje universal que trasciende las barreras culturales y lingüísticas y desempeña un papel crucial en la creación de comunidades, donde compartir gustos musicales fortalece lazos sociales y crea conexiones más profundas entre las personas.
El contacto con música de diferentes épocas, estilos y tradiciones puede favorecer el sentimiento de pertenencia a la sociedad y a sentirse ciudadanos del mundo.
En este ámbito, la ética en la creación y consumo musical debe ser una consideración esencial para garantizar que no deje de ser constructiva y enriquecedora, ya que, existen letras que promueven comportamientos destructivos o estilos musicales agresivos que afectan el comportamiento de quien los consume.
A su vez, millones de personas en el mundo, han encontrado en la musicoterapia -donde se utilizan sus diferentes elementos para mejorar y conseguir beneficios a nivel cognitivo, físico y socioemocional- una alternativa para lograr su bienestar.
Esta creación humana ha sido compartida a otras especies de seres vivos que también responden o activan sus sistemas biológicos con los sonidos musicales; su transcendencia es tal que rebasa fronteras, tecnologías y espacios.
Es innegable el impacto y la utilidad de la música por lo que cabe destacar que, en términos económicos, la industria de la música en México es una de las más importantes a nivel global.
En los últimos cinco años ha registrado un incremento superior al 140%; actualmente, la mayor parte de los ingresos de esta industria proviene del streaming y nuestro país, a nivel mundial, ocupa el segundo lugar de oyentes de música en línea y está entre los cinco países que tienen más usuarios con suscripción de pago a plataformas de música. En 2023, casi el 60% de las regalías generadas por artistas mexicanos en Spotify fueron de artistas o sellos independientes.
En este contexto, y con la cercanía del Día de la Música (22 de noviembre), aprovecho para reconocer y felicitar a quienes hacen de ella su modo de vida y su razón de ser.