Para muchos mexicanos el pasado 5 de noviembre fue un día por demás fatídico; los acontecimientos que vivimos dieron al traste con la vida democrática que muchos mexicanos y mexicanas hemos ido construyendo a lo largo de décadas combatiendo el autoritarismo y las malas prácticas de que se valen algunos, para satisfacer sus anhelos de poder.
Se sabía de antemano que poner un freno a la pretendida reforma judicial era una tarea titánica que requería la solidaridad de ocho magistrados, los tres restantes que componen la Suprema Corte de Justicia de la Nación, máximo tribunal constitucional de México, solo son comparsas. Pero tras 5 horas de sesión, el pretendido consenso se desmoronó y surgió el Judas, Alberto Pérez Dayan, el ministro que cedió a las presiones para no fincarle una responsabilidad penal, que ahora paso de villano a héroe nacional morenista, al permitirles salirse con la suya.
Es curiosa la reacción del oficialismo que un día se le van a la yugular a quien se opone a sus deseos y al otro, una vez que lo “domesticaron”, se convierten en ejemplo de patriotismo como el caso que nos ocupa o el de Yunes, por citar otro.
Como quiera que se le vea, la desarticulación democrática que ha emprendido la 4t, sigue adelante, ahora sin leyes y jueces imparciales, sin cortapisas ni freno que lo impida. El ciudadano de a pie, ese que ahora festeja lo hecho por sus autoridades, por la ayuda económica que le brindan, no alcanza a vislumbrar el Frankenstein que han ayudado a construir.
Y para rematar el martes de pesadilla que vivimos, nuestro vecino de arriba escoge nuevamente como su presidente a un personaje más que conocido por todos nosotros, Donald Trump, quien, con su prepotencia, mentiras y verborrea recalcitrante, volvió a cautivar a sus electores y le dan un segundo periodo presidencial solo que ahora con un Poder prácticamente irrefrenable: mayoría en el senado y luchando por mantenerla también en la cámara de representantes.
Este cheque en blanco que prácticamente le han dado en las urnas el pueblo norteamericano a Trump, le concede tal fortaleza, que vaticina una más complicada relación bilateral con nuestro país, toda vez que le permitirán ejercer mayores presiones que a las que nos acostumbro en el pasado. Tres son los puntos más álgidos: el combate al narcotráfico, migración, y el Tratado de Comercio, México, Estados Unidos y Canadá, el T- MEC. Claudia Sheinbaum quien se apresuró a felicitarlo por su designación, ha querido restar importancia a lo difícil que serán las negociaciones entre ambas naciones, pero bien haría en empezar a pergeñar un plan desde ahora, incluyendo un equipo de trabajo profesional, adelantándose a las demandas que seguramente querrán imponerle, si quiere salir lo mejor librada del escollo.
Ya Trump en campaña ha propuesto ideas tan absurdas como pretender enviar tropas norteamericanas a suelo mexicano para acabar con los cárteles de las drogas o disparar misiles para erradicarles. Otra de las “brillantes” ideas trumpistas es usar los aranceles como moneda de cambio para que México le haga el trabajo sucio en materia migratoria, y para quien dude que ello pueda ser verdad, habrá que recordar que en algún momento de su campaña manifestó que aspiraba a gobernar como emperador, y todo indica que así lo intentará hacer. No cabe duda que siempre cada personaje se encuentra con “la horma de su zapato” o lo que es lo mismo, “con la vara que mides, serás medido”, el problema, en tanto, es que todos los mexicanos estamos en medio.