Carlos Mota Galván
“Nada cambia si no cambiamos nada”
Si tomamos en cuenta que fue apenas en 2006 que una mujer se convirtió en la primera en ocupar la presidencia de un país, en este caso Liberia, con Ellen Johnson Sirleaf, el hecho de que Claudia Sheinbaum Pardo asumiera la misma posición en México, se convierte en un hito histórico per se por lo que resulta entendible que varios de los diarios más prestigiosos del mundo lo consignarán en sus páginas.
Hasta hoy solo 8 mujeres, incluida ella, han ocupado este cargo en América Latina y tal vez pudiéramos pronto incorporar otra más a la lista en nuestro continente con Kamala Harris, en los Estados Unidos de Norteamérica, pero eso todavía está por dilucidarse próximamente.
Dicen que es de sabios saber dar tiempo al tiempo y que Roma no se construyó en un día, por lo que el beneficio de la duda es condición sine qua non para un juicio equilibrado, aún cuando se etiquete a quien lo hace de ingenuo. Y es que si no se hace y nos atuviéramos exclusivamente a lo ocurrido durante la toma de protesta de Sheinbaum, el resultado nos daría más de lo mismo y cancelaria automáticamente cualquier propuesta de cambio.
Y es que desde la designación de la comisiones protocolarias de bienvenida al Congreso, declarado recinto oficial para el cambio de estafeta, tanto para el presidente saliente como con la entrante, estuvieron revestidas de la prepotencia que caracterizó a Morena en los seis años que AMLO gobernó, el colmo es que no sólo excluyeron a sus opositores, sino también a sus “socios” : PT y Verde, de este ritual.
Si ya de inicio la ceremonia empezó así, no es de extrañar que siguiera por el mismo rumbo, entre loas interminables para el líder moral, que jura y perjura que sí se va, y
las promesas de que las cosas se harán siguiendo los mismos patrones dictados con anterioridad, siguió la unción de la nueva mandataria, no sin antes escuchar nuevamente que Calderón es el culpable, que Zedillo era antidemocrático, etcétera.
La ausencia de un discurso que de inicio a la reconciliación nacional, que tanto urge, convirtió al documento de lectura de Sheinbaum en un discurso partidista, ausente de originalidad y de independencia que queda a deber a las miles familias que han sufrido la pérdida de un ser querido o de quienes ven que tenemos una economía que está pendida por alfileres.
Hubo sin embargo dos hechos que vale la pena resaltar por lo que representan, el primero, que como dice el clásico, “haiga sido como haiga sido”, es que Sheinbaum tuvo la diligencia de saludar, así sea por cortesía, a la ministra presidenta del Poder Judicial, Norma Piña, lo que abre la posibilidad de diálogo con quién su antecesor cerró la comunicación de un portazo. El segundo es el hecho del anuncio de visitar Acapulco para supervisar los trabajos de ayuda a los damnificados por el paso del huracán John, algo que “el mejor presidente de México” evito hacer después de cada tragedia para cuidar “la investidura presidencial”.
Por lo que respecta a la violencia que se registra en todo el país, pese a la sin razón de querer cambiarla es hasta lógico que pronto se presente un nuevo plan de seguridad efectivo; ahora sí ya no hay pretexto que valga para no conseguirlo, las modificaciones legales las tienen y la militarización para combatir la inseguridad son un hecho, ya no se podrá culpar al pasado por no lograr pacificar a la nación, por lo pronto, el primer día de esta administración se registraron 80 homicidios dolosos en todo el territorio nacional, así o más claro, que los abrazos resultaron un fracaso letal y que a querer o no es necesario dejar los guantes de seda y ponerse a trabajar.