Carlos Motas Galván
“Las personas no cambian con el tiempo, el tiempo te enseña lo que son en realidad”
A diferencia de lo que sucedía en el pasado donde el presidente saliente evitaba hacerle sombra a su sucesor, hoy en día Andrés Manuel López Obrador deja en claro que esa tradición para él no aplica, e incluso hace alarde de poderío al anunciar a quienes ocuparan algunas carteras de la próxima administración, rompiendo con la ortodoxia de que corresponde a quien ingresa anunciar quienes le acompañaran en su gabinete.
Esta acción, muy al estilo de AMLO, alimenta la hipótesis de sus adversarios de que Claudia Sheinbaum no podrá cumplir a cabalidad con el papel que le asigno el sufragio popular, pues desde donde se encuentre su antecesor, así sea en su rancho, este buscará en todo momento dirigir los destinos del pueblo de México.
Curiosamente esta descarada injerencia la aplico en uno de los rubros dónde su pretendida transformación causó tantos males al país, el sector salud, en dónde en reiteradas veces prometió que pronto tendríamos un modelo como el de Dinamarca y nos quedamos con uno peor al que ya padecíamos, donde faltan medicamentos, donde se contratan “médicos cubanos”, que no estamos seguros que lo sean, y que su pago cuesta a nuestra nación 144 mil pesos mensuales por cada uno de ellos, sufragando en realidad al régimen totalitario de la isla.
Este sector también vio como le retiraron los medicamentos para cáncer en niños, agravando con ello su atención, y provocando mas muertes; donde 50 millones de personas no tienen cobertura de salud, y donde incluso, el propio presidente declaró: “en el caso de la salud, ahí no funcionó lo que teníamos planeado, por eso creamos el INSABI, pero al final al fue igual” , remató, ahí, donde hubo un exceso de muertos por el mal manejo de la pandemia, ahí, ahí, López Obrador anuncio que nuevamente van: Zoe Robledo y Alejandro Svarch, en el IMSS y en la Cofepris, respectivamente.
¿Porqué, un modelo que mostró tantas deficiencias insiste en perpetuarlo? y la respuesta parece no encontrar lógica alguna, salvo por que quien lo implementa mantiene un narcisismo exacerbado que le asegura que él nunca se equivoca. Leí hace tiempo a un doctor en psicología, experto en neuropolítica, de la universidad de Valencia, España, Roger Muñoz, quien afirma que el poder actúa en el cerebro modificando la bioquímica del líder quien se percibe fuerte y sale a comerse al mundo, lo peor, dice, es que nunca quieren detenerse.
Conforme se acerca la fecha de decir adiós, Andrés Manuel ha ido matizando su retiro, primero afirmaba se retiraría a su rancho y se olvidaría de la política para dedicarse a escribir libros, luego que sólo regresaría si se lo pidiera la presidenta u ocurriera algo que le obligará a hacerse presente, y la última declaración al respecto es que vendrá a la ciudad de México a visitar a su esposa e hijo, ahora que se sabe que estará solo en Palenque Chiapas. Independientemente de extrañar a los suyos, el sabe que “santo que no es visto no es adorado” lo cual aunado a que durante su estancia en palacio nacional desarrollo una dependencia al halago tan grande que difícilmente le permitirá cumplir con su promesa.
Quien debiera ser la persona más preocupada por esto es sin duda Claudia Sheinbaum, que hasta ahora se ha sujetado a todo lo que le “sugieren” pero una vez pasado el primero de octubre y luciendo ya la investidura presidencial, con el poder real en sus manos, deberá empezar a instrumentar un proyecto que sin fractura perceptible, le permita sacudirse la presencia de ese líder que le llevo al poder pero que ahora lo único que aportaría sería en su detrimento.
Podrá la científica, la política favorita del régimen, convertirse en la presidenta del país o se conformará con la vicepresidencia en los hechos, eso, solo ella lo conoce.