Arturo Zárate Vite
A los que están espantados porque creen que los acostumbrados contrapesos van a desaparecer con un gobierno que tendrá todo el poder, que acabará con la Suprema Corte y con los órganos autónomos, hay que hacerles ver que no puede haber mejor contrapeso que el propio pueblo.
El pueblo le dio todo el poder a Claudia Sheinbaum y sus partidos aliados y solo el pueblo se los podría quitar, en el caso de que no cumplan lo que han ofrecido para mejorar la calidad de vida de los mexicanos.
De ninguna manera es demagógico decirlo de esa manera, ya hemos visto cómo funciona el poder del pueblo, sobre todo desde que un órgano ciudadano organiza las elecciones y el gobierno dejó de ser juez y parte de los procesos electorales.
El PRI estuvo más de 70 años en el poder. Era, como diría el escritor peruano Mario Vargas Llosa, la dictadura perfecta. La secretaría de Gobernación presidía el organismo electoral, a la que se le cayó el sistema en 1988, cuando parecía que podía ganar la oposición.
Una vez construido el IFE, ahora INE, la oposición con Vicente Fox llegó a la silla presidencial.
La gente estaba harta del tricolor y, con su voto, con el que premia y castiga, le quitó el poder en 2000.
Fox también llegó con todo el apoyo popular, decidido a terminar con las “alimañas, víboras prietas y tepocatas”, a barrer la corrupción de las oficinas públicas. No lo consiguió.
Con dificultad, apenas pudo lograr que los panistas conservaran el poder en 2006, en una elección polémica, donde la diferencia entre el primero y segundo lugar fue menos de un punto porcentual.
El pueblo sólo aguantó a los panistas 12 años. Les quitó el poder en 2012, al ver que la economía de la mayoría de los mexicanos no había mejorado, seguía la corrupción y peor la inseguridad, delincuencia desatada a partir de que Felipe Calderón le declaró la guerra.
Volvió a darle la oportunidad al PRI con Enrique Peña Nieto. Creyó que los tricolores habían entendido la lección de 2000.
La sociedad constató que no cambiaron y mucho menos mejoraron. Regresaron por más. El descubrimiento de la llamada “Casa Blanca” de la esposa de Peña, decepcionó a quienes supusieron que los priístas se habían regenerado.
Tampoco consiguieron resolver el problema de inseguridad.
Por lo tanto, el pueblo volvió a quitarles el poder.
En 2018 votó por Andrés Manuel López Obrador y Morena, con la esperanza de que la izquierda fuera mejor opción.
Ya pasaron seis años. Los morenistas se quejaron todo el tiempo del pasado y de que la oposición no los dejó trabajar. Sus propuestas fueron atoradas en el poder legislativo y en el poder judicial.
Ahora, el pueblo les ha dado todo el poder, para que ya no tengan ninguna excusa sobre el retraso de obras y acciones en beneficio de la colectividad. Tienen todo el poder para componer todo lo que haya que componer. Ya no podrán seguir echándole la culpa al pasado.
El pueblo les ha dado a los morenistas otros seis años. No es exactamente un cheque en blanco como algunos dicen.
De no cumplir lo ofrecido, de no satisfacer las expectativas que sembraron para ganarse a la sociedad, den por hecho que el pueblo los va a desplazar del poder, con el proceso de revocación de mandato que señala la Constitución o con las elecciones en 2030.
El pueblo es contrapeso.
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