julio 05, 2024

Alejandra del Moral y la herida que aún sangra en el PRI

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La renuncia de Alejandra del Moral al PRI dejó ver que la herida de la derrota de 2023 aún supura entre los tricolores, más todavía en su dirigencia que dejo ver su lado más autoritario y totalitarista encabezando y promoviendo una desmedida reacción

J. Israel Martínez Macedo / israelmartinez.com.mx

El 20 de octubre de 2022 Alejandra del Moral Vela era elegida por el PRI para encabezar la coalición con el PAN, el PRD y posteriormente con Nueva Alianza, bajo la figura de Coordinadora de la Defensa del Estado de México (copiando el modelo de Morena de hacer lo propio bajo la figura de la Coordinación de la Defensa de la 4T) en la búsqueda de mantener al PRI en el gobierno estatal; el anuncio se hizo con la notoria ausencia de la otra aspirante a la candidatura, Ana Lilia Herrera Anzaldo.

Los siguiente días fueron de tensa calma en el priísmo, sonaba el riesgo de una escisión; Ana Lilia Herrera grabó un video que hizo público en sus redes sociales el 24 de octubre, en él hablaba de un grupo del que ella era “la cara visible de este movimiento democrático” y que “la disciplina partidista no es sinónimo de sumisión y que el límite de la institucionalidad es la autodestrucción”.

En su video la actual presidenta del priísmo mexiquense hablaba también de “un valor fundamental: el respeto, que se da de ida y de vuelta” y ahondaba en la unidad que, decía, “no es una palabra hueca, está basada en la posibilidad de que todas y todos seamos parte de un mismo proyecto y para ello es necesaria la verdadera inclusión”.

Herrera Anzaldo aseguraba que el movimiento que encabezaba se había construido “a contra corriente, con piso disparejo, en medio de amenazas, de hostigamiento y despidos” y remataba enumerando a quienes, decía, conformaban parte de su movimiento para enviarles el mensaje de que “este movimiento es nuestro, y sigue”.

En su momento, la lectura que los propios priístas le dieron al video fue de una amenaza, de un amague para mostrar el músculo de quienes la apoyaban y podrían ser parte de una escisión al interior previo a la contienda electoral. La posibilidad y tensión subsecuente se mantuvo hasta el 16 de diciembre de ese mismo año cuando Ana Lilia Herrera fue designada por Alejandro Moreno como delegada estatal del CEN del PRI en el Estado de México; se le vio incómoda y casi molesta, desde el mes de octubre que se anunció la candidatura, era la primera vez que se les veía juntas.

A partir de ahí los hechos se dieron en cascada y el 4 de junio el PRI perdió la gubernatura en las urnas por primera vez en la historia de la entidad. Se habló de traiciones, de movimientos y grupos que no hicieron su trabajo el día de la elección; que el exgobernador Eruviel Ávila, aún siendo priísta, había operado a favor de la morenista Delfina Gómez con su estructura.

Aunque también había elecciones en Coahuila, Alejandro Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano estuvieron todo el día 4 en la capital del Estado de México pero en cuanto se supo que la derrota era inevitable fueron los primeros en abandonar el barco; se encaminaron al norte del país a levantarle la mano a Manolo Jiménez Salinas y se olvidaron por completo de Alejandra del Moral.

Durante la contienda se dejó correr el rumor de que el gobernador había pactado la derrota con el Presidente de la República y que por eso no participaba activamente de la elección; los cercanos al mandatario aseguraban que al contrario, la lejanía era parte de la estrategia de campaña para evitar que López Obrador se inmiscuyera en la contienda porque, estimaban, “con dos mañaneras nos tira la elección”.

Alejandro Moreno también se mantuvo distante; a Alejandra del Moral la acompañaron más veces los dirigentes nacionales del PAN y del PRD pero, eso sí, al día siguiente de la derrota, “Alito” (o “Amlito” como le llaman en su natal Campeche) se apresuró a destacar y alimentar el rumor afirmando, siempre sin pruebas, que la elección del Edoméx había estado negociada (a la fecha sigue son presentar evidencias de dicha negociación).

Alfredo del Mazo acudió con Joaquín López-Doriga para desmentir al presidente nacional del PRI, el mismo que unos meses antes había librado una batalla interna para mantenerse en el cargo acusado, justamente, de ser el responsable de todas las derrotas del partido en este sexenio y de reducir a los comités estatales del priísmo en cada estado que habían perdido.

Alejandra del Moral fungió como fiel de la balanza entre las versiones y respaldó al mandatario estatal; parecía que el grupo de priístas mexiquenses se mantendría firme y sólido para plantarle cara al nacional en lo que se entendía que sería el siguiente paso del actuar de “Alito” Moreno: tomar el control del PRI del Estado de México; no obstante, el relevo en el gobierno estatal y la organización interna del propio partido le jugaba en contra a los locales.

Moreno Cárdenas movió sus piezas y el 20 de diciembre de 2023 la delegada estatal del CEN del PRI se convirtió en la nueva presidenta del Comité Directivo Estatal y para evitar que pudiera haber alguna sorpresa Cristina Ruiz (totalmente afín al líder nacional) fue nombrada secretaria general; la dirigencia nacional tomó control, también, de la designación de candidaturas y, con ello, del principal mecanismo de presión para los priístas mexiquenses.

Con el control absoluto del partido pero con la prisa de tomar decisiones comenzaron a presentarse los primeros nombramientos; se le respeto el acuerdo del año anterior a Enrique Vargas para encabezar la fórmula del Senado pero acompañado de una priísta y el nombre de Alejandra del Moral surgió; no obstante Brenda Alvarado recibió la posición; fue el primer desdén en este proceso para la exabanderada a la gubernatura.

Algo pasó en la coalición pero los priístas recibieron la instrucción de su dirigencia estatal de no apoyar al Vargas del Villar, solo a la candidata del tricolor. Sorprendidos, los liderazgos municipales y la militancia del PRI fue cautelosa de no dejarse ver con el panista, no al menos hasta que se definieran las candidaturas locales y ya no hubiera forma de dar marcha atrás.

Después vino la lista de plurinominales para el Senado y Del Moral Vela tampoco apreció ahí; como sí lo hicieron Cristina Ruiz y Ana Lilia Herrera por debajo, claro, de Alejandro Moreno y Carolina Viggiano, dirigentes nacionales del partido; el nombre de Alejandra del Moral apareció hasta las plurinominales para la Cámara de Diputados federal, allá en una lejana sexta posición y casi para que no se diga que no se le consideró se colocó a la excandidata la gubernatura.

Alejandra entendió el mensaje y actuó en consecuencia, un par de semanas después del anuncio de las plurinominales emitió su primera llamada; en una carta dirigida a la presidencia nacional del partido, renunciaba al nombramiento y aseguraba que se mantendría al margen del proceso electoral para dedicarse a su familia y los priístas se encargaron de que así fuera.

Pese a que en la campaña del año pasado Del Moral Vela ganó varios afectos entre la población e incluso entre la militancia, se le excluyó de las campañas. No participó de ningún arranque ni de ningún mitin, tampoco se le vio acompañando a alguna candidata o candidato, relegada al olvido por conveniencia se le marginó y se le cerraron las puertas; “hay un nuevo shérif en el pueblo” y no hay lugar para más.

Las palabras de Ana Lilia Herrera en su video del 24 de octubre de 2022 se volvieron proféticas: “la disciplina partidista no es sinónimo de sumisión y que el límite de la institucionalidad es la autodestrucción”. Antes de llegar a la autodestrucción, Alejandra del Moral soltó su institucionalidad, además, bajo el furibundo ataque de quienes hoy ostentan el control del partido y no tuvieron el menor empacho de llamarla traidora o desleal como no tuvieron el valor de hacerlo con Eruviel Ávila en su partida al Verde ni con ningún otro tricolor que en este andar de campañas han decidido buscar mejores opciones, como el propio Alejandro Fernández Campillo, hoy en el PAN.

Pero en contraparte, aquí sí la unidad se convirtió en una palabra hueca, no hubo posibilidad de que todas y todos fueran parte de un mismo proyecto porque, lo dijo Ana Lilia, “para ello es necesaria la verdadera inclusión” y en el actual andar del tricolor el autoritarismo y el totalitarismo son la marca de la casa. Se está con ellos o se está contra ellos, pero no hay lugar para nada más. Y para muestra la solicitud de grabar videos o emitir mensajes de condena a Del Moral por su salida que no se hizo esperar.

Solo el tiempo podrá decir si, para Alejandra del Moral, la decisión de renunciar a su partido fue la correcta o se trató de un error. En contraparte, el PRI mexiquense se equivocó, le vendieron su alma al diablo campechano con tal de mantener la supervivencia personal y, quizás, en el pecado llevarán la penitencia; en un momento clave de las campañas se distrajeron en un asunto que no tenía mayor sustancia y; sin embargo, se dejaron dominar por las pasiones y la bilis, dos pésimas consejeras en estas situaciones que generan la confusión entre sumisión y unidad.

En el último día de campañas locales los priístas rompieron sus narrativas, trabajadas durante 35 días y, con ello, la fuerza que apuntala su mensaje de cierre; previo al día de la votación, el electorado se queda con la imagen de un PRI dividido, fracturado y resentido que aún sangra por la herida de la derrota de 2023 y que se perfila hacia uno de los peores escenarios de su historia en la que obtendrá algunas presidencias y diputaciones pero acercándose, incluso a ser, por primera vez en la entidad, tercera o hasta cuarta fuerza. La reestructuración del partido será obligatoria apenas termine la jornada electoral pero mientras sigan bajo la sombra de Alejandro Moreno, la expectativa de regreso en 2029 se hace cada vez más lejana si no imposible.

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