diciembre 02, 2024

Historias en el Metro: Oso Organillero

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Ricardo Burgos Orozco

El jueves pasado iba caminando hacia la estación Barranca del Muerto de la Línea 7 del Metro. A poca distancia de la entrada, frente a la entrada del Centro Comercial Portal San Ángel, estaban un par de jóvenes organilleros muy sonrientes. Uno de ellos tocaba el pesado instrumento y el otro recogía el dinero de los transeúntes.

Lo singular de ellos es que Ángel, quien se veía mayor, tenía en su mano derecha un pequeño oso de peluche, lo hacía moverse como una marioneta para recoger el dinero y agradecer con un apretón de manos o una pequeña caricia en el cuello o en la espalda. La gente que pasaba les sonreía sorprendidos porque no se había visto algo así en este tipo de músicos de la calle.
Cuando pasé me quedé observando unos minutos y después le entregué 20 pesos en las manos peludas del osito y Ángel me acercó al muñeco al cuello y a la espalda, lo que me dio mucha risa. ¿Cómo se les ocurrió eso? Les pregunté. “La necesidad, señor”, me contestó Ángel mientras su compañero, Daniel, movía la cabeza y sonreía muy amable.
Ángel y Daniel dicen que las va mejor desde que usan al osito de peluche; los minutos que estuve con ellos, muchas personas se acercaban y les daban monedas de distintas denominaciones; el muñeco nunca dejaba de agradecer a cada uno con un apretón de manos o un apapacho.
Nunca los había visto por ahí y les pregunté si ya iba a quedarse en esa zona. Me dijeron que andan por todas partes de la Ciudad de México y de sus alrededores. “Mañana nos vamos a Toluca”, me comentó Ángel.
Al día siguiente pasé por el mismo lugar y me encontré a otro par de jóvenes organilleros, sólo que ellos con la cara triste; no estaban tocando en ese momento. Les pregunté por los chicos de ayer e inmediatamente me contestaron, con cierta amargura, que esos son “piratas”, que no tienen permiso para estar en esa zona y ellos sí; Carlos, quien cargaba el organillo, me enseñó su permiso del gobierno de la Ciudad de México.
También me comentaron que los “piratas” ni siquiera traen organillos auténticos, pues muchos ya traen instrumentos de grabación; es un aparato similar al organillo, pero no es de manivela, sino que aprietan un botón y suena como si fuera original. Además, su peso es mucho menor a los 35 a 50 kilogramos del organillo original.
Esos chavos me dijeron que, con su permiso, pueden trabajar en todas las zonas de la ciudad, excepto en el centro donde están los organilleros más viejos. Y es cierto, alguna vez entrevisté en el Zócalo a Odilón, músico que trabaja en este oficio desde hace 26 años. Él me platicó que su familia desde 1884 se dedica a esto y su papá ahora es quien renta los instrumentos a la mayoría de los organilleros.
Deben ser unos 200 organilleros en todo el mundo y de 50 a 75 en México. No son muchos y como dicen, el Sol sale para todos. Lo importante es que no se pierda esta hermosa tradición mexicana.

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