Gilberto Meza
La república del amor se tambalea, a machetazos, por cierto. El país feliz, feliz, feliz, muestra los parches, el abandono de sus obligaciones y, desde luego, el fracaso de la política de abrazos, no balazos. Quizás por eso prefirieron los machetes, las hoces, los palos para enfrentarse, los campesinos, principales usufructurarios del discurso oficial, a sus explotadores de Texcaltitlán, me digo. Los abrazos ya no tenían ningún efecto disuasor en los ciminales. Nunca lo tuvieron, pero era una verdad incuetionable del Vicario.
Pero nada de eso ha sido suficiente para este gobierno que administra el Paraíso de la 4T, donde nada sucede sin la aprobación de dios, es decir de su dios, que no se equivoca, que no se arrepiente y que lo único que le entretiene es preparar el diluvio. Por aquello de que después de mí, el diluvio, como dijo Luis XV. Y, sí, a quien finalmente le cortaron la cabeza fue a su sucesor, Luis XVI, junto con su María Antonieta. ¡Ah, la historia, lo que nos enseña!
Debo confesar que a veces yo también quisiera vivir en el Paraíso de la 4T, esa entelequia donde todo transcurre plácidamente. Pero algo sucede que me hace dudar. El Paraíso contruido con tanto afán se desfonda. Hace agua por aquí, se rompen los pespuntes por allá, se empieza a notar el oropel con que lo habían cubierto, para que brillara, claro, aunque no sirviera para un carajo, y de lo que hay muchos ejemplos: Dos Bocas, el aeropuerto, el trenecito, y sígale.
Es verdad que hay muchos temas que ya dieron de sí, pero hay uno que crece todos los días ante el asombro de tirios y troyanos. Ese es la imparable ola de violencia que vivimos los mexicanos. Hace apenas un par de años el jefe del Comando Norte de nuestros vecinos, el general Glen VaHerck, alertó con que el narcotráfico dominaba ya al menos el 35% del territorio nacional, porcentaje que ha ido aumentando conforme pasan los días, las semanas, los meses. Es decir, el Paraíso ha ido achicándose, y lo previsible es que dentro de poco ya no quepan todos los que lo habitan, y entonces empezarán a expulsarlos. Purga, le decían en tiempos de Stalin, que tanto se parecen a los nuestros.
Pero no hay por qué preocuparse, seguro lo absorbera (de hecho ya lo hace) el intocado crimen organizado que hoy campea alegremente por la mitad o más de lo que era nuestro territorio. En ese NarcoEstado, que se construye aceleradamente, la 4T tendrá un lugar privilegiado. Lo único que me consuela es que seguramente no le llamarán así sino que buscarán algún sinónimo menos evidente, quizás el Paraíso del Bienestar, o algo así. Se sabe que son creativos.
Sea como sea, lo que me temo es que ya no habrá lugar para nosotros, los que disentimos, en ese paraíso que se construye aceleradamente junto al de la 4T. Lo más seguro es que nos unamos a los campesinos de Texcaltitlán y nos juntemos para clausurar definitivamente ese Paraíso de la 4T, que cada día es más evidente se prepara para entregar el país a los Malos, y no precisamente los de Malolandia, sino a los de Sinaloa, Jalisco, Tamaulipas, Guerrero, Morelos (ponga usted, por favor, los que faltan).
Una buena noticia es que ya hay fecha para cancelarlo, el próximo 2 de junio. Sí, ya sé que suena como a la convocatoria de Madero para iniciar la Revolución el 20 de noviembre, a las seis de la tarde. Pero, ya ven, lo consiguió, quizás por el mismo hartazgo, porque lo que estamos contemplando es la construcción acelerada de un NarcoEstado, ese que no somos, desde la óptica del presidente Peje, que ve cómo se le escapa el control del país. Debe ser una tragedia que a aquel cuya vocación ha sido la concentración del poder, ahora deba compartirlo con la delincuencia organizada.
Pero sí, para el que quiera verlo, el Paraíso se desfonda. Ojalá todavía haya país para entonces, es decir el 2 de junio.