“El que por su gusto es buey, hasta la coyunta lame”
Refrán popular.
Carlos Mota Galván / @CarlosMotaG
El nombre de la columna de hoy describe, como pocas, la mediocridad de una actividad o de un acontecimiento y ahora si como dicen en esta administración, cae como anillo al dedo para comentar la renuncia anticipada de Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación cargo que ocupaba desde el primero de diciembre de 2009 en la institución de la que llegó a ser presidente una década después de haber ingresado.
“Mi ciclo ha terminado en la SCJN” afirma en su carta de renuncia al Presidente de la República, Zaldívar Lelo; pero lo cierto es que aún tenía un año más para concluir con esta encomienda y no son pocas las voces que expresan que para separarse del cargo, tendría que haber existido una causa grave y no para incorporarse al equipo de campaña de Claudia Sheinbaum, como el propio ministro confesó al portal Animal Político, que antes de solicitar su salida ya había pactado con la abanderada de Morena incorporarse a su campaña.
“Toca ahora seguir sirviendo a mi país en la consolidación de la transformación de un México más justo y más igualitario” afirma en otra parte de su carta el ministro al que se le critica por haber juzgado asuntos no como una parte de un Poder de Estado, sino como paje del Ejecutivo. Con esto López Obrador no solo consigue incorporar a un hombre que le ayude a dinamitar al Poder Judicial con sus pretendidas reformas (ahora sí sin caretas) sino buscar nombrar a otro incondicional por 15 años, convirtiéndose así en el único Presidente que nombre a 5 ministros durante su gestión.
De Arturo Zaldívar se esperaba mucho, fundó el Instituto de Derecho Procesal Constitucional y ha sido miembro de diferentes organismos de impulso e investigación en la materia; se desempeñó como catedrático en la UNAM, de la Libre de Derecho, de la Iberoamericana y de la Universidad Panamericana. En 2009, Felipe Calderón lo propuso para ser ministro del máximo tribunal mexicano en sustitución de Genaro Góngora, pero durante la presente administración su ambición personal le hizo adherirse al gobierno en turno, denostando la autonomía de un Poder al que juró servir.
El desprecio por sus colegas ministros fue tal que solo a la presidenta del Poder Judicial, Norma Piña, y eso porque no tenía de otra, le informó de “su decisión” de separarse del cargo. El resto se enteró por las redes sociales de que su otrora presidente prefirió dedicarse abiertamente a la grilla de mano de Morena que a cumplir con la encomienda que tenía con el pueblo de México, aunque para ser sinceros, eso ya hacía mucho tiempo que había dejado de hacerlo. Fue tal su acercamiento con AMLO que incluso en varias ocasiones -por cumplir con los designios de su patrón- tuvo que tratar de explicar su criterio de voto a través de sus redes sociales, intentando lavarse un poco la cara.
Dice la sabiduría popular que “cuando un servidor espera galardón, solo saca baldón” y ese parece ser el legado que dejará Arturo Zaldívar para la posteridad. Por lo pronto, este Poder está luchando por mantener su autonomía y por cumplir con aquello que le mandata el pueblo de México. Norma Lucía Piña Hernández es un buen capitán que busca llegar a puerto seguro.
Pasaron los tiempos en que un presidente de la Corte se arrodillaba frente a Palacio Nacional, el respeto es lo que ahora se busca enarbolar, un gobierno no se compone de un solo hombre, la división de Poderes es esencial si en verdad se quiere trabajar para todos.
Nadie posee la verdad absoluta, mucho menos cuando su pretendida verdad trae cargados los dados para sus afines.