Ricardo Burgos Orozco
Muy pocas ocasiones viajo por la Línea 8 del Metro que va de Garibaldi a Constitución de 1917. En esta ocasión tuve que ir al centro — que me encanta — y me fui de Ermita a Hidalgo, de la Línea 2, luego hacia Bellas Artes; de ahí transbordé hacia San Juan de Letrán para salir al Eje Central y en la calle República del Salvador buscar un soporte para televisión que necesitaba.
Luego de tres horas de recorrido por varios lugares y de comerme unos tacos en la Plaza Meave, regresé al Metro, igualmente por San Juan de Letrán. Era sábado, pero había mucha gente en los andenes; estaban dos trenes estacionados sin avanzar – uno de cada lado –; caminé hacia el fondo del andén con dirección a Garibaldi para bajarme en Bellas Artes.
Cuando iba caminando por el andén se escuchó un estallido muy fuerte; de los trenes de ambos lados salieron corriendo todos los pasajeros – hombres, mujeres y niños — con cara de espantados mientras la estación se llenaba de humo. Un hombre de alrededor de 40 años de edad gritó mientras corría: “ya se reventó una llanta, ya valimos…”. Yo me acerqué con mi celular para tomar fotos. Le pregunté a uno de los vigilantes ¿Fue una llanta? Son las zapatas, me contestó nervioso, pero amable mientras guiaba a la gente hacia la salida.
El estallido fue en el vagón que iba con rumbo hacia Constitución de 1917, por eso no pude tomar foto porque yo estaba del otro lado, pero me acerqué lo más que pude. A otro oficial que estaba llamando por radio, le pregunté para confirmar ¿Qué fue? ¿Una llanta? Me contestó secamente: “no pasó nada” ¿Cómo no? ¿Entonces por qué se oyó ese estallido tan fuerte”? Le insistí. “Ah, es una zapata, pasa muy seguido, pero no hay nada de qué preocuparse”.
Mientras tanto, la mayoría de la gente que no se había salido, regresaba lentamente al andén para volver a meterse al vagón; ya no traían la cara de miedo que les había visto minutos antes. Eso sí, veía a los vigilantes moverse de un lado a otro de los andenes hablando por sus radios, tal vez para confirmar si habían sido las zapatas.
Las famosas zapatas se encuentran en el sistema de frenado del Metro, que son el equivalente a las balatas de un automóvil y sirven para generar fricción y detener el tren. Como son bloques de madera bañadas con aceite de cacahuate, al rozar varias ocasiones, se produce humo; el estallido se presentó seguramente porque el conductor arrancó demasiado brusco e hizo tronar el sistema de frenado.
Me subí al tren, llegué sin más contratiempos a Bellas Artes, transbordé a la Línea 2 de regreso a Ermita. Ya en casa, por si las dudas, me comí un bolillo para el susto. Dicen los científicos que sí funciona por la glucosa en la harina que le proporciona al cerebro – lo activa — en un evento inesperado como este del estallido que viví en la estación San Juan de Letrán del Metro, aunque yo no me espanté tanto como otra gente que ya estaba a bordo de los trenes.