mayo 11, 2024

Demonios en Directo: Ayotzinapa sangra

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Cinco años de Poder bastaron para que las promesas se perdieran en un olvido que mantiene abierta la herida de Ayotzinapa como una prueba clara de que la minoría tenía razón cuando manifestó que el gobierno de López Obrador no haría justicia en este caso

J. Israel Martínez Macedo / @Mega_IsraelMtz

López Obrador, acompañado de la futura secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, y quien sería subsecretario de Derechos Humanos Alejandro Encinas, se sentó frente a los padres de los jóvenes de Ayotzinapa y al director del Centro Prodh Mario Patrón, el representante de la Oficina en México del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y el entonces Ombudsman nacional, Luis Raúl González; ese 26 de septiembre de 2018, la futura secretaria les dijo que “hay una instrucción precisa del Presidente electo: vamos a llegar a la verdad”.

En la reunión estaban presentes, aproximadamente, 50 padres y madres de los estudiantes desaparecidos en el episodio histórico conocido como “la noche de Iguala”, previo al encuentro se ofició una misa; en el ambiente había algo que a lo largo de cinco años se fue esfumando del ambiente: una mezcla de confianza y esperanza.

Entonces las encuestas y los estudios de opinión, esos ejercicios demoscópicos que se presentan como si fueran la verdad absoluta o el anticipo de un futuro inevitable, manifestaron la sentencia inequívoca de la sabiduría popular: la gran mayoría aseguraba que el gobierno de López Obrador haría justicia a los desaparecidos de Ayotzinapa, que desmentiría la “verdad histórica” y que encontraría a los jóvenes o al menos nos diría qué habría pasado con ellos.

Cinco años después, también el 26 de septiembre, las condiciones fueron totalmente distintas. Ya como presidente no los recibió, posiblemente ni siquiera los haya escuchado en sus reclamos desde la calle, estuvo escondido tras varias toneladas de metal y una larga fila de elementos de seguridad apostados ahí con una única instrucción: que nadie se acercara a él, porque como ha dicho antes a conveniencia, “tiene que cuidar la investidura”.

Luisa María Alcalde Luján marcha por Ayotzinapa (2016)

Olga Sánchez Cordero ya no es la secretaria de Gobernación y a sus palabras, las que aseguraban tener una instrucción directa se las había llevado el viento. Su lugar es ocupado por Luisa María Alcalde cuyo equipo de seguridad, unas horas antes, habría golpeado afuera de sus oficinas a uno de los padres de las víctimas ¿su delito? Querer acercarse a ser escuchado por la actual funcionaria. Casi en el olvido quedaron aquellas imágenes de 2016 en el que la joven entonces activista marchaba con su pancarta exigiendo respuestas sobre el crimen en el contexto del segundo aniversario de “la noche de Iguala”.

Ya no fueron recibidos en Palacio Nacional, ahora los mandaron la calle, los desecharon porque ya no son útiles a los fines de la campaña, porque se atreven a exigir la verdad a un hombre que se a acostumbrado a mentir, peor aún que se cree sus propias mentiras, especialmente la principal: no mentir, no robar y no traicionar.

Mintió a los padres de los 43 cuando les dijo que les daría la verdad, que sabrían lo que les ocurrió a sus hijos. Les robó la esperanza de que un nuevo gobierno, uno que se decía distinto a los anteriores, resolviera la situación y quizás, con algo de suerte, hasta les devolviera, si no a sus hijos, al menos los restos para tener algo qué enterrar, una tumba en donde llorar y un recuerdo qué abrazar. Pero, ante todo, los traicionó, los abandonó, les dio la espalda para atender otros intereses, los suyos propios o los de alguien más, pero ya no los de las víctimas de la masacre.

Hoy el reclamo es que a cinco años de haberles prometido justicia, de haberlos usado para sembrar el encono, de haberlos utilizado para exacerbar el repudio al gobierno, sus métodos y sus respuestas; se les entregue un reporte que básicamente confirma que la versión del gobierno anterior, que señala que la “verdad histórica” sí era la verdadera verdad; aunque pese a tal reconocimiento el exprocurador Jesús Murillo Karam sigue en prisión acusado de falsear los hechos que el actual gobierno presenta como ciertos.

Al exprocurador se le han cargado todas las responsabilidades del caso, pese a que en la investigación se señaló a militares, policías e incluso a José Luis Abarca, exalcalde de Iguala al momento de los hechos, él es el único que sigue en prisión esperan un proceso que apunta a ser más kafkiano que el del propio Kafka, en el que podrían pasar todavía los años antes de reconocer que siempre no, o mejor dicho que siempre sí, que la verdadera verdad era la verdad histórica porque fue la que más terminó acomodándose a los intereses de los poderes en turno.

El año pasado, la desintegración definitiva del grupo internacional de expertos investigadores por falta de apoyo para hacer su trabajo se presentaba como una premonición a lo que este 26 de septiembre se vió en el Zócalo de la Ciudad de México, frente a un Palacio Nacional convertido en búnker, con unos padres que heredaron de sus hijos el dolor y la angustia de la desaparición y a lo que hoy, quienes también tienen secuestrado el atributo de “ser de izquierda” les quieren arrebatar también el reconocimiento a su lucha y su exigencia.

Los otrora activistas, ahora funcionarios del gobierno federal se limitan a repetir las mismas historias que los padres han escuchado una y otra vez, aquellas que ellos mismos no creían y que aseguraban que se trataba de mentiras y engaños. Ahora quienes fueran manifestantes exigentes de justicia alistan sus zapatos de calle, pero no para marchar por la verdad sino para salir a mentir en la búsqueda de un nuevo puesto político, así sea necesario simular credos ajenos.

El “pueblo sabio”, con toda su sabiduría, se equivocó rotundamente. El gobierno de AMLO no ha hecho justicia en el caso Ayotzinapa, tampoco se encontró a los jóvenes o sus restos ni mucho menos se cumplió la “instrucción precisa del presidente” de llegar a la verdad; el tiempo le ha dado la razón a la minoría de 2018 que aseguraba que nada de eso iba a ocurrir como nada de eso ha ocurrido hasta ahora.

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