El reclamo contra los libros de texto gratuitos crece entre la población; su carga ideológica y baja calidad pone en riesgo a la educación de los niños a quienes, de por sí, se les ha reducido la exigencia a cambio de subir la estadística de forma ficticia
La Secretaría de Educación Pública (SEP) está llevando el concepto de desacato a un nuevo nivel debido a la obstinación por llevar libros de texto gratuitos cargados con la ideología de un partido a las manos de los más de 24 millones de niños que cursan la educación básica en nuestro país y cuyas mentes están en peligro por culpa de quienes deberían estar buscando otro tipo de formación.
El asunto no es para menos y los autores intelectuales de este crimen educativo, Marx Arriaga, director general de Materiales Educativos y Leticia Ramírez Amaya, saben perfectamente que lo que están haciendo no es correcto; la evidencia de ello es el secretismo con el que han intentado manejar la elaboración y distribución de los materiales que servirán para educar a los niños y adolescentes del país.
Los libros de texto gratuitos son una herramienta educativa única en el mundo. Es la forma en la que se busca proveer de educación a los niños mexicanos. Lo que estos textos dicen se vuelve casi incuestionable para los menores que tienen fe ciega en que lo que se ha plasmado en estos textos es conocimiento útil para su vida futura. Precisamente por eso es que se vigila y cuida que su contenido cumpla con estos requisitos y no pretenda el adoctrinamiento, el engaño o la manipulación.
Es un hecho que cada cambio, cada actualización en los libros de texto gratuitos genera polémica y malestar de algunos grupos de la sociedad que consideran que se está siendo demasiado radical o que hay ciertos temas que no deberían ser tratados por los niños sino hasta edades más avanzadas como puede ser el tema de la sexualidad y la educación sexual.
Debido a que estas innovaciones han sido sustentadas en criterios científicos y académicos, es que anteriormente los libros habían mantenido la información a pesar de las quejas de los grupos sociales inconformes e, incluso, han ido profundizando y mejorando sus propuestas para ser más entendibles para los menores.
Desafortunadamente, no es el caso de los libros que se están proponiendo para el ciclo escolar que comenzará a finales de este mes. Los materiales han sido señalados por contener una importante carga ideológica que busca normalizar acciones, actitudes y formas de pensamiento que han quedado obsoletas desde finales del siglo pasado y que no son acordes a las necesidades, ya no digamos del mundo futuro, del mundo presente.
El reto que este tipo de materiales tienen en su elaboración es justamente que deben considerar nos solo el conocimiento del pasado con el que deberán contar los niños; también deben incluir información que sea valiosa para que en un futuro puedan desarrollar las habilidades necesarias en las características de un mundo que aún no existe pero en el que necesitarán desenvolverse.
Los libros de texto gratuitos deben responder a las necesidades de un plan de estudios determinados por una política educativa nacional que permita una mejor vida para los niños en un futuro. Por ejemplo está Finlandia, reconocido mundialmente por su alto nivel educativo, en su más reciente reforma consideró un cambio formativo en los primeros años escolares en los que no se les introduce a los menores a las materias abstractas y complejas sino que es hasta los 8 o 9 años que se les introduce en el conocimiento de su entorno para dejar madurar sus cerebros y, entonces sí, facilitarles la adquisición de este conocimiento.
En el sistema educativo mexicano estamos muy pero muy lejos de entender esto. Sin una política educativa clara en este sentido a nivel nacional, cientos de miles de padres de familia saturan a sus hijos con clases de programación o macarrónica a muy cortas edades esperando brindarles a sus hijos una ventaja competitiva a largo plazo cuando, muy probablemente, la saturación informativa a una corta edad ocasione el efecto contrario a partir de desarrollar una aversión, un repudio a todo ese tipo de conocimiento.
Como lo dejó ver la secretaria de Educación Pública en su mensaje, pareciera que la institución a su cargo ha operado completamente a la inversa, es decir, primero diseñaron los libros de texto gratuitos y posteriormente buscan adecuar los planes de estudio para que se alineen a lo que marcan los materiales sin que, en cualquier caso, se haya revisado que es lo más pertinente para el aprendizaje de los menores.
Ahora, al borde del desacato argumentando que desde el 25 de mayo no han sido notificados para detener la impresión y distribución de los libros de texto; los materiales han sido distribuidos a las bodegas de la SEP y seguramente se entregarán a los menores con una celeridad y prestancia nunca antes vista en este ejercicio para evitar que una resolución judicial los obligue a mantenerlos en bodegas.
Sin una política educativa nacional clara que defina los parámetros de lo que se pretende en este tema en el país, sin haber publicado primero los programas en los que las autoridades dicen haberse basado para la elaboración de los libros de texto gratuitos y con una marcada obsesión por hacer que estos materiales con una sensible y notoria carga ideológica (sin mencionar su pésima calidad de contenidos), es altamente cuestionable la intención de las autoridades educativas.
Muchas cosas se le han permitido y tolerado a la cuarta transformación, desde la ya permanente falta de medicamentos en todo el país, la destrucción del sistema de salud, la eliminación de los fondos para atender contingencias de distintos tipos, el incremento de la violencia y la inseguridad o los fraudes pero lo único que no se puede dejar pasar es poner en riesgo el futuro de los niños. De nueva cuenta y por segunda ocasión vuelve a ser el reclamo del pueblo a la cuarta transformación el que no se meta, no haga daño a los menores, exigencia que se puede convertir en estandarte de una cada vez más visible sensación de engaño y desencanto entre lo prometido y lo cumplido. Roto el secretismo institucional de la SEP respecto a los libros de texto gratuitos, cada vez más voces se alzan en contra de estos materiales y los padres de familia se suman a expertos y académicos para exigir:
#ConLosNiñosNo.