José Manuel Rueda Smithers
A doscientos seis años de su natalicio, un poema del gigante literario estadounidense Walt Whitman:
“Sí, yo quiero hacer indisoluble el continente, Yo quiero forjar la raza más espléndida que haya brillado bajo el sol, Yo quiero crear divinas tierras magnéticas…”
Ya después de dos debates de los candidatos de distintos partidos políticos, en Coahuila y en el Estado de México, queda muy claro que la estrategia a seguir es la de empujar, lo más posible y sin contemplación alguna, el que la gente acuda a votar el próximo 4 de junio. No importa por quien, pero que se rompa el verdadero enemigo de México; el abstencionismo.
Los analistas coinciden en dos puntos básicos:
- Los debates ya se realizaron sin importar su formato y sus siempre solucionables fallas. En ambas entidades se cumplió con ese enlace con quienes no van a los mítines o no están al tanto de la política diaria que desarrollan los aspirantes a un cargo de elección.
- Como las propuestas de campaña cada vez se pierden más en la incredulidad –primero por su incumplimiento y su olvido al llegar a los puestos deseados- la indiferencia de la gente permite que el lugar de ataque sea resaltar las fallas de tal o cual proyecto político, sin propuestas claras.
¿Por qué ha crecido la incultura e ineficacia de los asesores políticos y de las empresas dedicadas a difundir los trabajos partidistas cada que se inicia un proceso electoral?
Fácil de responder: porque solo trabajan sobre lo que sus jefes quieren escuchar, no en las realidades que se les estampan en la cara a cada paso. Y, claro, por dinero.
Razones hay muchas. Este momento muestra que quienes pretenden dirigir el pensamiento, movimientos y habilidades de los candidatos –sin importar por qué partido compitan- alcanzan apenas el mínimo requerido de cultura política que el México moderno exige. Juegan con la imagen y nada más, no se ocupan (ya no digamos que se preocupan) por ideas serias, propuestas firmes, realizables y bien intencionadas.
Vestir bien las cosas no es sinónimo de buen funcionamiento.
Su necesidad de sacar ganancia por todo (obvio la económica), no les permite ver que sus estrategias no funcionan y están mucho más lejos que las estadísticas que pretenden manejar en cuanto a la intención del voto por tal o cual candidato o alianza política. En vez de convencer, ahuyentan al votante. Eso solo le podría convenir a los dictadores -como lo demuestra Venezuela en cada proceso electoral de los últimos 20 años- o al político que sueña con alargar su mandato nada más porque el pueblo sabio lo pide.
Afortunadamente también, hay políticos jóvenes que sí se están preparando y han sabido rodearse de gente con experiencia y buenas intenciones. Hay muchas mujeres en eso, y es la mejor ventaja a tomar en cuenta para quitarles piedras en el camino. Ayudarles a sacudirse de las rémoras que solo comen por y de los demás.
Pero aún son las menos. Poco a poco México caminará erguido de nuevo.
A la Cultura Impar le consta que los hay y se vienen preparando desde pequeños, y saben hacia dónde dirigir sus pasos. Será cosa de que el Poder que ciega y el dinero que ataca, no les impidan seguir adelante.
De momento, el trabajo serio debe tener una meta:
Generar la cultura del voto. Emitir un SÍ serio por quien uno crea, convencido y bien meditado y romper así con la incultura de no votar y esperar a que las cosas se den por arte de magia.
No votar, solo sirve a los malosos. Hasta inventan sus propios datos.