septiembre 18, 2024

Sesiones de ti: Te encontraré otra vez

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Alejandro Evaristo

Es el inicio de la madrugada. La calzada está vacía, no hay circulación de vehículos, tampoco animales callejeros. Los sonidos, al parecer y al igual que las personas en las calles aledañas, también dormitan.

La artificial iluminación de la zona permite observar con apenas pocos problemas los nueve carriles de la gran vía, aunque es insuficiente para cubrir los espacios bajo el puente peatonal y algunos recovecos al costado de los puestos de alimentos dispuestos en diversos puntos a lo largo de la banqueta.

A lo lejos, en una de las calles surgidas desde la colonia para conectar con el gran circuito que rodea la ciudad, la silueta de un caminante se percibe justo a un costado del solitario distribuidor vial. Avanza con lentitud cerca del sitio usado por un par de indigentes como hogar, bodega y sanitario; seguramente estarán tan alcoholizados como cada noche, protegiéndose de quién sabe qué cosas tras su refugio de cartón y plásticos para reciclar.

No le preocupan, todos en la zona les describen como personas inofensivas, quizá por eso les alimentan de cuando en cuando. Camina sin prisa, con las manos en los bolsillos y un cigarro a medio consumir atrapado en los labios resecos. Es imposible a esta hora de oscuridad describir el color de la mezclilla y la tonalidad de la chamarra cuyo uso le permite enfrentar el frío de la noche y su ocasional viento.

Su mente está adormecida y su cuerpo responde por inercia a los comandos físicos.

Solo desea volver… *

Que se vaya, dile que se vaya.

Sus sueños le atormentan cada vez y esta noche no es la excepción.

Al menos no con el dolor en el pecho y ese enorme vacío alrededor de su cuerpo, su cama, su habitación y toda su vida. Si se piensa en algo específico, dicen por ahí, serás capaz de atraerlo, pero al parecer es solo una frase carente de sentido, en especial para quienes se limitan a deambular sin un mejor objetivo que el de sobrevivir un poco más cada día -todos los días-, hasta volver a dormir para olvidar… al menos intentarlo.

El colchón tiene ya la forma de su cuerpo porque siempre se recuesta de la misma manera.

El sentimiento espera paciente la posición desde dentro y, mientras eso sucede, empieza por vaciar cualquier tipo de sensación en el estómago, no hay nada por saciar ahí desde hace tiempo. Luego de confirmarlo se dirige a los pulmones para provocar a los alvéolos, molestarles, irritarles hasta el enojo y generar una extrema dilatación para presionar la caja torácica mientras el cerebro, en su infinito afán de permanencia, emite todo tipo de impulsos para que alguien ahí dentro haga algo.

Por último, antes de hacer la triunfal entrada, sabe de lo necesario por surgir y va hacia las ventanas del alma. Usa un oscuro velo para cubrirle mientras presiona sin mucho esfuerzo todos los recuerdos y los obliga a escurrir hasta la piel de la raíz nasal, aunque algunas veces alcanzan las narinas para luego llegar a la almohada y la sensual sábana de otras noches en otros tiempos.

– Ya no quiero sentir… ¡que se vaya! *

Primero el ulular de la sirena y luego el rechinido de las llantas despertó a los hombres.

Se levantaron de golpe y salieron apenas cubiertos por viejos ropajes y una tradicional y conocida resaca a punto de nacer. Corrieron hacia la calzada y se detuvieron en seco a unos cuantos metros de la ambulancia y el cuerpo tirado a un costado del camellón. Uno de ellos levanta la vista y cree ver la silueta de alguien en el puente. Codea a su compañero y le señala la cima.

Ambos corren pensando que la persona está a punto de saltar al paso de los vehículos y la bondad propia les obliga a tratar de impedirlo. Llegan hasta el punto sofocados, sin aliento. Se maldicen por el esfuerzo y descuelgan la chaqueta de la barandilla.

Hasta entonces se percatan del video en el teléfono celular cuidadosamente colocado en el recoveco del metal cuyos 15 segundos de reproducción siguen y siguen y siguen.

El hombre está recargado fumando y se graba a sí mismo convenciéndose: “estoy abierto a la posibilidad de que lo que pase, incluso lo malo, nos llevará a algo mejor… te encontraré otra vez…”.

Abajo empieza el caos y el cuerpo ha sido ya cubierto con una sábana amarillenta.

Los paramédicos, muy a su pesar, nada pudieron hacer…

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