Arturo Zárate Vite
Los presidentes de México de extracción priísta perdían el poder en el momento en que se “destapaba” al candidato. Medios, políticos y grupos económicos se concentraban en la nueva figura nacional.
Se inundaba de propaganda la vía pública, la prensa escrita, la radio le daban prioridad a lo que hacía y decía. Veían como un hecho que ganaría las elecciones. Toda una maquinaria material y humana para favorecerlo, aunque no siempre se logró el éxito deseado. Hay que recordar 1988 cuando el sistema se cayó o calló ante la votación alcanzada por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, a pesar de su raquítica presencia mediática. Quedaron dudas, hasta la fecha, sobre el resultado que favoreció al candidato oficial.
En ese entonces, los medios, la mayoría, al día siguiente de las elecciones, dedicaron los titulares a la información proporcionada por el propio PRI que anunciaba a su candidato como triunfador. Ignoraron a la extinta Comisión Federal Electoral que estaba titubeante con la caída del sistema.
En el 2000 se desfiguró la supremacía tricolor. Ernesto Zedillo que nunca se distinguió por la querencia con su partido y prefirió guardar lo que llamó la sana distancia, no dudó en reconocer el triunfo de la oposición, los números que favorecían a Vicente Fox.
Pronto apareció en los medios para dar fe de las cifras proporcionadas por el entonces IFE, con José Woldenberg al frente del instituto electoral. De esa manera desactivar cualquier tentación por maniobrar y alterar lo que ya era inevitable, el final de la era tricolor.
Zedillo no quería a los priístas, porque aun cuando lo nominaron por órdenes de quien entonces vivía en la residencia oficial de Los Pinos, sabía que nunca fue bien visto en el partido. Tenía claro que era objeto de burlas y que jamás le dieron su lugar como coordinador de la campaña de Colosio. Así que se desentendió del proyecto de Francisco Labastida. No se entristeció por la entrega del poder y mucho menos se puso a llorar.
Atrás quedó esa práctica de que el candidato oficial, una vez “destapado”, asumía el control del país y relegaba a segundo plano a quien estaba por concluir seis años de gobierno.
Fox conservó el poder presidencial hasta el último minuto. Quería que Santiago Creel fuera el candidato. No lo consiguió, se le adelantó Felipe Calderón. Obligado por las circunstancias intervino en el proceso electoral, hizo campaña por el PAN para evitar el arribo de Andrés Manuel López Obrador. Ahí nació la frase “es un peligro para México” contra el candidato de izquierda.
Calderón también conservó el poder hasta el último minuto. Josefina Vázquez Mota no fue la mejor candidata y llevó a su partido al tercer lugar en la elección presidencial. Calderón le regresó el poder al PRI.
Enrique Peña Nieto también conservó el poder hasta el último minuto. Nunca se lo cedió al candidato. José Antonio Meade no pudo remontar la imagen de corrupción del gobierno en turno.
Todo indica que también el presidente Andrés Manuel López Obrador conservará el poder hasta el último minuto. Su popularidad y la identificación que tiene con la gente, sobre todo con la de escasos recursos, los pobres que son mayoría en México, sería determinante para el resultado que obtenga el candidato de Morena en 2024, sea quien sea, mujer u hombre.
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