noviembre 24, 2024

Biblioteca Palafoxiana “Memoria del Mundo”

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Por Claudia González Guillén

…” No deben esconderse todas estas luces y condenar a tantos brillantes espíritus a un perpetuo silencio y soledad; eso sería no comprender el objetivo de una biblioteca…que debe consagrarse al uso público, y no debe negarse jamás la comunicación al más sencillo de los hombres que pudiera requerirla…” Gabriel Naudé.

La Biblioteca Palafoxiona fue la primera biblioteca pública en América Latina. Es considerada una de las construcciones del barroco novohispano más importantes de México y tiene un sinfín de particularidades que la hacen única, con una belleza por dentro y por fuera, un tesoro, y sin duda el recinto es espectacular. Pero empecemos por el principio para que entendamos su importancia y su peculiaridad.

La biblioteca fue fundada por Don Juan de Palafox y Mendoza, arzobispo, virrey de la Nueva España y obispo de Puebla. El perteneció a una familia aristocrática española, estudió Derecho en la Universidad de Salamanca; ya siendo sacerdote viajó por varios países de Europa. El estar relacionado con la corte le permitió vivir el desarrollo de las bibliotecas, que en ese entonces eran de suma importancia. Recordemos que en el siglo XVII fue la época de oro español, con Lope de Vega, Cervantes y Calderón de la Barca y Quevedo; en Francia Raciene, Corneille y Moliére, además de William Shakespeare, en Inglaterra. Con toda esta influencia, Don Juan de Palafox llega a Puebla en 1640.

En este siglo también aparecieron las primeras bibliotecas públicas, la de los agustinos en Roma, la Bodleiana de Oxford y la del Cardenal Borromeo, en Milán.

Mediante un escrito ante un escribano público, el 5 de septiembre de 1646, el obispo Palafox hace la donación de su “Librería de cinco mil cuerpos”, habilitándose un espacio para los estantes y su rejería de alambre a los colegios tridentinos. fundándose así la Biblioteca Palafoxiana, con la única condición de que no fuera una biblioteca exclusiva para eclesiásticos y seminaristas, convirtiéndola en la primera biblioteca pública de América Latina.

La idea del obispo Palafox era acercar a los poblanos el conocimiento de los libros y también se preocupaba por la educación del clero. En el primer caso, la mayoría no sabía leer ni escribir, además su lengua materna era totonaca, náhuatl o mixteco. Y por otro lado los libros estaban escritos en latín. Por lo que, si observamos la clasificación y contenido de los libros, la mayoría son de carácter sacro. Estas son algunas clasificaciones: Escritura sacra, Historia sacra y universal, Miscelánea de historia eclesiástica, Teología moral, Historia profana, Historia profana, Liturgia sacra, Ascética y mística y Derecho Canónico, entre otros. Está conformada por tres niveles en total, los dos primeros se construyeron en 1773 y el tercero en 1850.

Con el paso de los años se fue enriqueciendo dicho acervo con sus sucesores. Sobresalen: Manuel Fernández de Santa Cruz y Don Francisco Fabián y Fuero, quien aparte de donar su biblioteca, incorporó gran parte de las bibliotecas de los jesuitas a la del Seminario.

En la actualidad la biblioteca está conformada por más de 45 mil volúmenes; cuenta con siete impresos mexicanos y nueve incunables cuyo libro más antiguo data del año 1475. Además, integran su acervo 5 mil 348 manuscritos, más de 800 impresos sueltos y cerca de mil 500 grabados. La gran mayor parte en latín y en su minoría en inglés, francés y español.

Todo su acervo es invaluable, pero hay dos títulos que llaman la atención, el más antiguo, de 1473, lo conforman nueve libros escritos por el padre de la historia, Heródoto. Y “Las crónicas de Núremberg”, escrito por el alemán Hartmann Schedel, impreso el 12 de julio de 1493 en la imprenta de Gutenberg. La versión con la que se cuenta es en latín e ilustrado a colores.

En 1980 fue cerrada para consulta pública, únicamente por medio de un permiso especial (que se puede realizar en línea), aunque se puede solicitar la consulta de algún libro para temas de maestrías y doctorados.  Lamentablemente son muy pocos los que lo solicitan, aproximadamente cinco al mes. Y en cuanto a la afluencia de visitas como museo, también es poco concurrida; cuando hay un poco más de gente son los domingos donde es gratuita la entrada.

Los lunes que no está abierto al público se aprovecha para darles mantenimiento a los libros. La mayoría se ven deteriorados por fuera – lógico por los años que han “vivido” –, pero es muy distinto en su interior, se conservan bien, aunque es innegable que cada vez que se sacan para una consulta “sufren” por decirlo de alguna manera, porque, pese a que se tiene un cuidado extremo, se lastiman y se maltratan de alguna manera.

La Biblioteca Palafoxiana se declara Monumento Histórico Nacional en 1981 y en 2005, Memoria del Mundo por la Unesco, debido a su riqueza y variedad bibliográfica. Sin duda alguna un tesoro que todavía podemos apreciar. Me llama mucho la atención que poca gente sabe de su existencia, no nada más de quienes vivimos en la capital poblana, sino de visitantes nacionales y extranjeros. Ante su majestuosidad y patrimonio incalculable, debería ser una visita obligada.  Ojalá que quienes no han tenido la oportunidad de visitarla lo hagan pronto y se llenen de la magia de la historia.

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