noviembre 21, 2024

HISTORIAS EN EL METRO: HUMO EN TUS OJOS

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Por Ricardo Burgos Orozco

 Llegué el jueves pasado 02 de diciembre en la mañana al andén en la estación Mixcoac, pero noté mucho movimiento policiaco que no es común. Me dirigía hacia la siguiente estación terminal Barranca del Muerto, pero había un tren detenido mientras los guardias corrían de un lado a otro tratando de controlar una situación que hasta ese momento desconocía.

Me acerqué a un vigilante uniformado para preguntarle que ocurría y me contestó de manera muy amable: es que el tren está presentando fallas. Ah, caray, le contesté, pensé que alguien se había lanzado a las vías con tanto ir y venir de la gente y sus caras de preocupación. No, tratamos de dar seguridad a los usuarios; por eso andamos corriendo, me dijo.

El vagón comenzó a circular con gente dentro. Su andar era muy lento y en momentos se paraba todavía sin salir de la zona del andén. De inmediato pensé, egoísta de mí, que iba a llegar tarde al trabajo porque si el tren presentaba alguna falla grave no podría continuar hasta la terminal y lo tendrían que remolcar. Y eso iba a llevar tiempo.

Por fortuna, el vagón desapareció a través del túnel hacia Barranca del Muerto y yo respiré aliviado. Habría que esperar al siguiente tren que se estaba deteniendo seguramente con la comunicación que hacen los reguladores desde el centro de control para evitar un accidente entre uno y otro tren cuando alguno se detiene por alguna causa.

El recorrido de una estación a otra se hizo eterno porque el tren se detenía a cada momento y en cada paro eran tres o cuatro minutos. Una señora — de unos 40 años de edad – se veía desesperada; se notaba que ya se le había hecho tarde para llegar adonde debía hacerlo; se pegaba ligeramente con la cabeza en el cristal de la puerta y volteaba hacia el techo queriendo que el vagón se moviera con ese ritual.

Llegamos a la terminal Barranca del Muerto y el tren se movió hacia el lado contrario de donde llega normalmente con dirección hacia El Rosario. El otro vagón estaba detenido del lado de la llegada y había un fuerte olor a quemado y humo por todos lados. Los policías se veían preocupados y nerviosos, tal vez esperando a los técnicos especialistas del Sistema de Transporte Colectivo para dar su diagnóstico de las averías.

Quise tomar una foto, pero un guardia me lo impidió amenazando con remitirme al juez cívico. Para no entrar en conflicto opté por retirarme recordando aquella ocasión en que cinco policías me rodearon en la estación Garibaldi – Lagunilla pidiendo que borrara mi galería de fotos porque pensaron que había tomado a uno de ellos charlando con una chica.

Salí de la estación Barranca del Muerto hacia la oficina, pensando en los accidentes que han ocurrido en el Metro a lo largo de su historia y en lo que se ha hablado mucho en los meses recientes: de la falta de mantenimiento en el Metro, sobre todo después del 3 de mayo con el desplome del vagón en la interestación Olivo y Tezonco de la Línea 12.

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